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Tener un mal sueño no es tan malo como parece: cuando sentimos miedo mientras dormimos, se activan las áreas cerebrales encargadas de controlar las emociones y, cuando despertamos, estamos mejor preparados para lidiar con los problemas y preocupaciones de cada día.

Lo ha descubierto una investigación de la Universidad de Ginebra y de los Hospitales Universitarios de Ginebra (HUG), en colaboración con la Universidad de Wisconsin (EE. UU.).

Estos investigadores analizaron los sueños de muchas personas e identificaron las áreas del cerebro que se activaban cuando sintieron miedo en sus sueños.

Luego descubrieron que una vez que los individuos estaban despiertos, las áreas del cerebro responsables de controlar las emociones se activaban ante situaciones de miedo, favoreciendo una reacción adecuada de las personas.

Estos resultados, que se publican en la revista Human Brain Mapping, demuestran que el sueño nos permite responder mejor a situaciones aterradoras, allanando el camino para nuevos métodos terapéuticos basados ​​en el sueño para combatir la ansiedad.

Cerebro y miedos

Desde hace varios años, la neurociencia ha estado interesada en los sueños, más específicamente en las zonas cerebrales activas cuando soñamos.

Gracias al uso del electroencefalograma de alta densidad (EEG), que mide la actividad cerebral usando numerosos electrodos colocados en el cráneo, los científicos han descubierto en el pasado que ciertas regiones del cerebro son responsables de la génesis de los sueños, y que de acuerdo con el contenido más específico del sueño (percepciones, pensamientos, emociones), también se activan otras regiones.

Los científicos de Ginebra colocaron 256 electrodos del EEG en 18 personas, a quienes despertaron varias veces durante la noche para preguntarles: ¿Has soñado? Si es así, ¿te sentiste asustado?

“Al analizar la actividad cerebral en función de las respuestas de los participantes, identificamos dos regiones cerebrales como responsables del miedo que se siente en un sueño: la ínsula y la corteza cingulada”, explica Lampros Perogamvros, uno de los investigadores, en un comunicado.

La corteza insular o ínsula, la estructura del cerebro implicada en las emociones, participa en la evaluación de las emociones al despertar, y se activa sistemáticamente en caso de miedo. La corteza cingulada juega un papel en la preparación de respuestas motoras y conductuales en caso de peligro, señalan los investigadores.

Entrenamiento para la vida

En una segunda fase del experimento, los investigadores entregaron un cuaderno de sueños a 89 participantes. Durante una semana, tenían que describir al despertar si recordaban los sueños de la noche anterior e identificar las emociones que sentían, incluido el miedo.

Al final de la semana colocaron a los participantes ante una máquina de resonancia magnética (MRI), que obtiene información sobre la estructura y composición de un órgano o cuerpo y en esa situación los sometieron a un nuevo experimento.

“Mostramos a cada participante imágenes emocionalmente negativas, como agresiones o angustia, e imágenes neutrales, para ver qué áreas del cerebro eran más activas por miedo y si esta activación tenía que ver con las emociones de los participantes registradas en las sesiones de sueño controlado de la semana pasada “, explica la también investigadora Virginie Sterpenich.

“Descubrimos que, cuanto más miedo tenía una persona en sus sueños, menos la ínsula, la cortaza coingulada y la amígdala se activaban cuando esa misma persona se enfrentaba despierto a imágenes negativas”, añade Sterpenich.

“Además, la actividad de la corteza prefrontal medial, que se sabe que inhibe la amígdala en caso de miedo, aumentó en proporción a la cantidad de sueños de miedo”, precisa.

Estos resultados demuestran el fuerte vínculo entre las emociones sentidas y despiertas y apoyan una teoría neurocientífica, según la cual, los sueños simulan situaciones aterradoras para prepararnos ante esas situaciones una vez despiertos.

“Los sueños pueden considerarse como un entrenamiento real de nuestras reacciones futuras y potencialmente nos pueden preparar para enfrentar los peligros”, dice Lampros Perogamvros.

¿Aliado terapéutico?

Tras esta revelación de una función potencial del sueño, los investigadores planean estudiar una nueva forma de terapia para tratar los trastornos de ansiedad a través de los sueños.

También están interesados ​​en las pesadillas, porque a diferencia de los malos sueños, en los que el nivel de miedo es moderado, la pesadilla se caracteriza por un nivel excesivo de miedo que interrumpe el sueño y tiene un impacto negativo en la persona despierta.

“Creemos que si se supera un cierto umbral de miedo en un sueño, este umbral pierde su papel beneficioso de regulador emocional”, concluye Lampros Perogamvros. (agenciaID).

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