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No sé usted, desconcertada lectora, volátil lector, qué piensen del derrotero que está tomando la elección presidencial a unas horas del tercer y último debate que, como los dos anteriores seguramente no modificarán sustancialmente las tendencias que siguen favoreciendo la idea de que Andrés Manuel López Obrador ya tiene un pie en Palacio Nacional.

 

Pero están sucediendo tantas cosas, que hasta este espacio dedicado a la opinología y la comentocracia local ya no sabe si reír o si llorar, viendo a Trotsky en Wall Street fumar la pipa de la paz, que dijera el buen Sabina.

 

A La Tigresa Irma Serrano besada en su mano por el Peje; a Ernesto Cordero denunciando en la PGR a Ricardo Anaya por lavado de dinero; al Jefe Diego sugiriendo que el candidato del PAN podría aliarse con el del PRI para impedir que un “enfermo, orate, sicópata” llegue al poder.

 

A Anaya diciéndole “mosquita muerta” a José Antonio Meade; a Meade acusando de “Vulgar ladrón” a Anaya; a Nestora Salgado advirtiendo que “el tigre está bravo y armado y hay que soltarlo porque estamos luchando contra un mostro”; al Pato Zambrano amenazando a un contrincante con partirle su madre (en el mejor estilo de Célida López), aunque después rompa a llorar como un bebito.

 

A un candidato del PRI asesinado en Coahuila y a la candidata al senado por Sonora, Lilly Téllez sugiriendo en su cuenta de Twitter que lo mataron por priista, justo cuando ese candidato había declarado una guerra frontal al crimen organizado con el que Andrés Manuel ha perfilado la propuesta de amnistía, en un contexto donde han caído asesinados más de cien candidatos, precandidatos, servidores públicos en funciones y funcionarios electorales.

 

No sé ustedes, pero yo veo el clima muy enrarecido, y aunque el clima no jala el gatillo, como dijera alguien en aquellos aciagos días del 94, sólo faltan tres domingos para que los mexicanos acudamos a las urnas y elijamos entre una continuidad jodida y un cambio sobre el que hay mucho voluntarismo, pero más dudas que certezas. Valiente disyuntiva.

 

Me detengo un poco, para ilustrar ese voluntarismo sin más asideros en la realidad que una descalificación absoluta del pasado; un maniqueísmo perverso y una gran libertad para expresar aunque sea sandeces, en el tuit de Lilly Téllez a propósito del asesinato de Fernando Purón, candidato a diputado en Coahuila.

 

“Descanse en paz. Es otro ser humano que pagó con su vida su apoyo al PRI. El sistema que creó, incentivó y consolidó la impunidad de los criminales. Ese es el que lo mató”, escribió la candidata a senadora.

 

El silogismo es nefasto. Si apoyas al PRI, es válido que te maten. O por lo menos, se justifica por apoyar al sistema que cita y que, a fuerza de ser claridosos, la integra a ella desde hace muchísimos años.

 

La candidata ya tuvo suficientes respuestas, algunas de colegas y otros personajes bastante preparados, sorprendidos con su maniqueísmo, así que mi condición de opinócrata local la debe tener muy sin cuidado. Por eso me atrevo a decir que es lastimoso, para no proferir algún improperio, la mezquindad de un alma que yo tenía en otro concepto.

 

Pero bueno, ella está en pleno uso de sus derechos para ejercer esa libertad de expresión que nos permite a todos opinar sin restricciones, y cuyas condiciones para ejercerla se han creado, incentivado y consolidado por el sistema, del que finalmente todos formamos parte, en una y otra trinchera.

 

Libertades que no merecen ser segadas de tajo por una bala asesina, independientemente de la causa en la que se milite. Y mucho menos, festinadas subliminalmente.

 

Coincidir en el hecho de que ni el PRI ni el PAN han hecho lo suficiente para sacar al país adelante es quizá la causa principal de que la mayoría de los mexicanos esté pensando en una alternancia de tres. No como un cheque en blanco, sino como algo más parecido a un ejercicio de prueba y error.

 

Bajo esa óptica habría que asumirse para seguir, no sé hasta cuándo, intentando construir los caminos de la transición democrática que, creo, todavía están llenos de breña

 

 

 

II

 

En tiempos de campaña electoral, los medios de comunicación y particularmente las redes sociales se convierten en tierra fértil para la difusión de noticias falsas, verdades a medias y mentiras completas, todo en aras de sacar algún provecho que se traduzca en votos para las respectivas causas de los partidos en contienda.

 

En las últimas semanas, algunos candidatos y candidatas han tomado el tema del combate a la corrupción como bandera, aduciendo que la actual administración ha rebasado los índices de la anterior en esa materia, pero sin presentar pruebas consistentes ni preocuparse por ello. Calumnia, que algo queda, pareciera ser la consigna.

 

Parecen olvidar que hasta la fecha, se han ejecutado 15 órdenes de aprehensión contra funcionarios de la pasada administración, comenzando por el ex gobernador.

 

Pero no sólo eso, también evaden, deliberadamente, citar los datos y las cifras, las estadísticas y comparativos que instituciones nacionales e internacionales de reconocido prestigio, han publicado sobre este tema, y de las cuales dio cuenta ayer la jefa de la Oficina del Ejecutivo, Natalia Rivera Grijalva, parando en seco esos señalamientos.

 

Tan sólo en materia de observaciones a la cuenta pública, Sonora pasó de estar entre los diez estados con peores resultados, a estar entre los diez con menos observaciones por parte del Instituto Superior de Auditoría Fiscal.

 

En 2014, la cuenta pública estatal tuvo mil 150 observaciones, y para 2016 se redujo esa cifra a sólo 162. Una baja del 90 por ciento.

 

Inegi, Isaf y la revista especializada ARegional colocan al estado en las primeras posiciones en materia de transparencia y rendición de cuentas, pasando del lugar 28 al octavo.

 

La Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental del INEGI es el documento que suelen citar sus detractores para probar que en Sonora ha aumentado la percepción de corrupción, pero ese estudio lo que muestra con claridad es que en 2015 el estado se encontraba en el lugar 14 y en 2017 se ubicó en el lugar 26. Es decir, se avanzó doce lugares en la tabla.

 

Estos son sólo algunos de los indicadores citados por Natalia Rivera, pero a tres años del padrecismo, es claro que Sonora ha dejado atrás los escándalos de corrupción que todos recordamos y que mantenían a Sonora en la prensa nacional e internacional, pero con casos de barandilla y tribunales.

 

Hoy sin duda la narrativa es otra. Una de transparencia, rendición de cuentas y desarrollo, sostuvo la jefa de la Oficina del Ejecutivo.

 

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