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Abrimos el mes de junio y con él, entramos a la recta final de esta campaña electoral en la que parece inminente la alternancia en el gobierno federal y una nueva configuración de fuerzas políticas en el Congreso de la Unión, así como en los estados, donde la ola Peje tiene entre sus primeros sorprendidos a los propios pejistas, especialmente en algunas entidades, como Sonora, donde la izquierda había jugado, salvo excepciones coyunturales como la del 97, un papel más bien testimonial.

 

Y digo que fueron los primeros sorprendidos, porque todavía hace dos años, y a pesar de los muchos que Andrés Manuel lleva en campaña, los resultados electorales para Morena fueron más bien magros.

 

De las 12 gubernaturas en disputa, no ganó ninguna. El gran triunfador ese año fue el PAN, que conquistó seis de las entidades en juego: Aguascalientes, Durango, Chihuahua, Puebla, Quintana Roo y Veracruz, y eso fue la principal plataforma para que Ricardo Anaya, entonces dirigente nacional del blanquiazul, comenzara a trabajar su candidatura presidencial, la cual consiguió después de un virulento proceso interno en el que consiguió su objetivo, pero dejó demasiados muertos y heridos en el campo de batalla.

 

El triunfo de Anaya fue, en el mejor sentido de la cita histórica, pírrico: “Otra victoria como esta y volveré solo a casa”, habría dicho Pirro, el rey de Epiro que logró vencer a los romanos, pero en la batalla perdió a miles de sus hombres.

 

Anaya ganó la candidatura, pero se encuentra muy lejos de la verdadera disputa por la presidencia, a pesar de que es el candidato que ha gastado más dinero en su campaña (unos 242 millones de pesos) y llama mucho la atención el bajo perfil que ha mostrado después del segundo debate presidencial. El fantasma de Diego Fernández de Cevallos se anda paseando de nuevo, como en 1994, por el escenario nacional.

 

El gran perdedor, ciertamente, fue el PRI, que tuvo que ceder a la oposición cuatro estados donde había gobernado durante 86 años: Durango, Quintana Roo, Tamaulipas y Veracruz, recatando Coahuila en los tribunales electorales. También perdió Aguascalientes y Chihuahua.

 

Pero Morena apareció en los doce estados en disputa, como una tercera fuerza, en algunos muy lejana de los punteros.

 

Este 2018 hay ocho gubernaturas en juego, incluyendo la Ciudad de México: Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Yucatán y Tabasco.

 

Las encuestas indican que Morena puede ganar cuatro de ellas: Ciudad de México, Chiapas, Morelos y Tabasco. El PAN ganaría Guanajuato, Puebla, Veracruz y Yucatán. El PRI, ninguna.

 

Claro, eso es lo que indican las encuestas; la realidad la estaremos viendo el 1 de julio por la noche, pero la principal lectura es el súbito crecimiento de Morena a partir de 2016, y la debacle del PRI, que está haciendo todos los esfuerzos en algunos estados para no naufragar en la ola Peje. Uno de ellos es Sonora.

 

Claro, hablar de un triunfo de la izquierda en Sonora, o por lo menos un repunte tan sorprendente como el que perfilan las encuestas hasta el momento, es muy relativo, considerando que Morena se ha nutrido, de un año a la fecha, de cuadros provenientes de otros partidos, señaladamente del PAN, donde la derrota de 2015 provocó, entre otras cosas, el famosísimo “efecto cucaracha” que derivó en la migración de muchos padrecistas a las filas morenistas.

 

Me queda claro que, como me confió hace ya varios meses el dirigente estatal de Morena, Alfonso Durazo, en esta etapa del proceso no hay filtros y se acepta la sumatoria de prácticamente quien sea, siempre y cuando lleguen para fortalecer las campañas contra el PRI.

 

Los filtros se aplicarán una vez conquistado el gobierno federal y las posiciones en los estados (alcaldías y diputaciones), y ahí no necesariamente entrarían todos los que hoy se han puesto la camiseta de Morena con singular entusiasmo, y suponen que la ola Peje les garantiza un periodo más en la nómina gubernamental que dejaron hace casi tres años.

 

Lo que vaya a ocurrir después del 1 de julio es, en muchos sentidos, un enigma.

 

Sonora es un caso atípico. Si bien la izquierda había venido creciendo en los últimos procesos electorales, todavía en 2015 obtuvieron resultados marginales. Morena no ganó un solo distrito local o federal, ni tampoco una alcaldía. El PRD, entregado por José Guadalupe Curiel al padrecismo, decidió ser cola de león que cabeza de ratón y conquistó dos o tres alcaldías en municipios pequeños, pero ningún distrito.

 

Hoy de nueva cuenta van aliados con el PAN, con la esperanza de mantener la nómina de pluris, y una bolsa de trabajo para sus personeros.

 

El PRI, por su parte, envió a sus mejores cuadros al campo de batalla, pero en muchos distritos y alcaldías se las están viendo negras.

 

En Hermosillo, donde hay seis diputaciones en disputa, hay dos de ellos donde los números indican un empate técnico, cuando se suponía que irían por la libre: el distrito VIII, donde increíblemente se lo está disputando el padrecista químicamente puro Javier Neblina, y el distrito IX, donde Martín Matrecitos, de Morena, aparece arriba de Oscar Cano Jiménez con una mínima ventaja, pero arriba.

 

En los otros cuatro aparecen con muy buenos números Pano Salido, Flor Ayala, Kitty Gutiérrez

 

 

 

II

 

Hace algunos meses fuimos invitados a un recorrido nocturno por varias colonias del sector sur de la ciudad, por parte de la secretaría de Seguridad Pública. Se trataba de documentar el trabajo de los agentes en labores de prevención de la delincuencia, en un operativo de vigilancia y detención de presuntos delincuentes.

 

Fue notable el número de detenidos por posesión de armas blancas, pistolas hechizas y droga.

 

Pero algo que llamó poderosamente la atención fue la cantidad de casas abandonadas en la ciudad, sobre todo en fraccionamientos y colonias populares. Casi todas, habilitadas de facto como refugio de indigentes y adictos que tienen en esas casas su centro de operaciones y acopio del producto de sus latrocinios.

 

En Hermosillo existen alrededor de 30 mil viviendas abandonadas. El problema es real y es serio.

 

Por eso parece atinada la iniciativa que ha puesto en marcha el candidato a la alcaldía, Ernesto de Lucas, para rescatar esos espacios, clausurando puertas y ventanas y limpiando su entorno. Lo está haciendo como candidato, pero también como parte de la propuesta que en materia de seguridad ha venido enarbolando y que en este rubro en especial, incluye la sanción a los dueños de esas viviendas, que no las cuiden.

 

Ya clausuraron la primera de ellas en la colonia Real del Carmen, en un acto que puede ser simbólico, pero perfila una buena idea en la que por cierto también está participando activamente la candidata a la diputación local por el distrito VI, Kitty Gutiérrez Mazón, quien lo ha hecho un tema prioritario en su campaña.

 

Bien ahí.

 

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