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Todavía no cumplen un año de llegar al gobierno y en Morena, la elección interna para renovar mandos nacionales, estatales y municipales ha reagrupado a las tribus (que oficialmente están proscritas en los estatutos, pero en la práctica gozan de cabal salud).

Como consignamos en anteriores despachos, Morena pretende salvar el proceso excluyendo de la elección a todos aquellos que se hayan afiliado al partido durante y después de 2018, para evitar que un nutrido ejército de advenedizos, oportunistas y columpios que en muchos casos ya les ganaron los principales espacios en gobiernos municipales y Congresos, se apropien también del partido.

Sobre todo en los municipios más grandes, ya se está viendo la confrontación entre los que se asumen como morenistas químicamente puros (eufemismo para aludir a quienes fundaron el partido en Sonora o se incorporaron antes de 2018) y quienes lo hicieron después de esa fecha.

El tema no es sencillo, pues muchos de esos nuevos militantes llegaron no sólo con bases de apoyo y estructura, sino también con gruesos fajos de billetes para financiar campañas que Morena no estaba en condiciones de solventar, pues prácticamente todo el recurso disponible se orientó a la campaña presidencial.

Las declaraciones del veterano aguilucho Armando Moreno Soto a un semanario local, en el sentido de que los primeros sorprendidos con los triunfos electorales fueron los propios morenistas, sólo confirman lo que aquí hemos consignado en repetidas ocasiones a propósito del mismo tema.

Armando cita el caso de Martín Matrecitos, hoy diputado local por el distrito XII, que se quedó con la candidatura que originalmente le habían ofrecido a él, y a la que declinó por no tener dinero ni tiempo. Armando Moreno sugiere que Matrecitos ganó sin meter las manos, lo cual seguramente no caerá nada bien al hoy diputado.

Pero donde el choque se perfila más notorio es en Hermosillo, donde cada vez aparecen más delineados los frentes en pugna: por un lado la diputada federal Wendy Briseño en mancuerna con la secretaria de finanzas de Morena, Alma Delia Limón y otros de los que se asumen morenistas químicamente puros, contra la alcaldesa Célida López, que como es sabido viene del PAN y con ella tiene, formal e informalmente a muchos panistas y ex panistas.

Entre Wendy, que por cierto tiene un pasado derechoso al lado de la ex panista María Dolores del Río, y Alma Delia, un día sí y otro también mueven sus piezas en el tablero de las redes sociales para socavar el gobierno de Célida, a quien no le quitan el guante de la cara reprochándole su origen blanquiazul y sus yerros como gobernante.

Wendy, que impulsa a Alma Delia para la dirigencia estatal y pretende la candidatura a la alcaldía en 2021, ya decidió pintar su raya respecto a la alcaldesa; una jugada de pizarrón en ligas infantiles que a veces funciona, pero que en la real politik suele resultar letal. Eso de pelearse con quien administra el gobierno, en cualquier nivel, no arroja buenos dividendos.

Con más tacto y colmillo, la también diputada federal Lorenia Valles guarda distancia, muestra mesura y desahoga agendas con buena mano izquierda. También tiene en la mira la candidatura de Morena a la alcaldía, pero no se desboca.

Rumbo a la elección de los nuevos dirigentes, el morenismo está frente a una disyuntiva. Si cierra la elección a su militancia original, como parece que sucederá, profundizará la brecha con quienes, viniendo de otros partidos o de la sociedad civil, actualmente ostentan cargos de gobierno o legislativos.

Ganando, pueden perder, porque hasta antes de la elección 2018 Morena se encontraba en la franja de la marginalidad política. El tsunami del “voto parejo” que propició López Obrador los sacó de esa zona, pero en ello también tuvo que ver, en muchos casos, lo que aportaron algunos externos y militantes de reciente afiliación o incorporación.

Gente que reclama el derecho a participar en las decisiones del partido.

El choque de trenes está programado para noviembre, cuando se elija a los nuevos dirigentes, pero sus consecuencias se verán después.

II

Sin sorpresas (y eso incluye las previsibles denuncias por actos de mapachería) concluyó la elección del nuevo dirigente nacional del PRI, en la que resultó inobjetablemente triunfadora la fórmula que encabezó el ex gobernador de Campeche, Alejandro Moreno, mejor conocido como “Alito”.

La baja asistencia a las urnas también estuvo dentro de las expectativas, tomando en cuenta que los tricolores se cuidaron de no “torear” al INE con movilizaciones masivas que pusieran en duda un padrón que, al igual que los del resto de los partidos políticos ha sido artificialmente inflado.

Llevar a las urnas a militantes que no acreditaran su condición como tal, les acarrearía multas millonarias, impagables, y de hecho, no se puede decir que ese tema sea una asignatura solventada, considerando que la fórmula de Ivonne Ortega seguramente impugnará el proceso.

Pese a todo, hubo estados, como Sonora, donde se esperaban unos 11 mil votantes, y la afluencia a las urnas rebasó los 15 mil votos, de los cuales 14 mil 193 fueron para Alito; mil 102 para Ivonne Ortega y 133 votos para Lorena Piñón.

En el plano nacional, los resultados preliminares arrojaban una ventaja según la cual Alejandro Moreno habría conseguido más del 80 por ciento de los votos, lo que hace lucir irreversibles dichos resultados.

La maquinaria funcionó y el resultado fue aplastante. Sin embargo el PRI ha entrado en esa dinámica en la que le puede resultar sencillo ganar las internas, pero de ninguna manera eso significa que pueda ganar las elecciones constitucionales.

Un mal que en determinadas coyunturas, ha llevado a otros partidos (y al mismo tricolor) a la pérdida de credibilidad, a la entronización de grupos cupulares, al distanciamiento de la sociedad civil y consecuentemente, a las derrotas electorales.

El PRI se encuentra hoy en una lejana tercera fuerza en el país y va a requerir más, mucho más que un proceso interno apabullante en la ancestral “cargada”, para recuperar el terreno perdido.

III

Esta columna, que no es miedosa pero sí precavida, no suele abordar asuntos relacionados con la nota roja, particularmente con asuntos relacionados con el actuar del crimen organizado.

Dejo aquí, sólo para consignar el nivel al que ha escalado esta actividad, el pesar por la privación ilegal de la libertad que sufrió la madrugada del domingo el gerente del restaurante Ball Park, donde una semana antes fue asesinado un hombre que resultó ser uno de los altos mandos de un cártel del narcotráfico.

Al parecer, el gerente fue confundido con otra persona y afortunadamente (hay que abonarle un punto a la profusa e inmediata difusión en redes sociales) sus captores se convencieron de que así era, por lo cual fue puesto en libertad y se encuentra sano y salvo, aunque seguramente con un tremendo susto.

Quedan en el aire, sin embargo, las motivaciones de sus captores y la identidad de la persona con quien confundieron al muchacho, que con toda seguridad en estos momentos debe haber puesto tanta tierra de por medio como sus posibilidades le permitan.

La escalada en la actividad criminal ha tomado niveles inusitados y nunca antes vistos. La aparición de una “narcomanta” en la que un presunto grupo criminal mencionó el nombre de la gobernadora Claudia Pavlovich y a su familia, es algo que no se había registrado en Sonora, si bien algunas autoridades municipales y mandos policiacos han sido señalados mediante esos tenebrosos métodos.

Pero si las amenazas llegan ya a la primera autoridad en el estado, es algo que no puede permitirse pues sería aceptar que la delincuencia está disputando de poder a poder el territorio y las funciones del Estado.

Y como corresponde a una autoridad legalmente constituida, la gobernadora acudió a la Fiscalía General de Justicia para presentar una denuncia de hechos contra quien resulte responsable por los delitos de amenazas, sedición, calumnias, chantaje y extorsión, por lo cual ya se abrió una carpeta de investigación.

No me van a intimidar ni voy a permitir que nadie trate de ensuciar mi nombre, como parece ser la intención, sostuvo la gobernadora, que por cierto no le bajó a su ritmo de trabajo: estuvo en San Luis Río Colorado el viernes entregando la primera vivienda del programa de mejoramiento urbano y obras pavimentación y transporte para estudiantes y el sábado recorrió el bazar escolar organizado por el DIF Sonora.

Mañana martes estará en Guaymas participando de la cumbre de Seguridad que encabezará el secretario del ramo, Alfonso Durazo Montaño y en la que estarán presentes los mandos del Ejército, la Marina y la FGR, donde seguramente se abordarán estos temas que, hay que decirlo no son privativos de Sonora, pues en todo el país la violencia del crimen organizado ha escalado de manera impresionante, rompiendo todos los indicadores para los primeros meses del arranque de un gobierno federal.

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