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Lo de ayer fue la saña y el escarnio. La confirmación de que el país está cruzado por el odio en todas direcciones.

Y de que el sistema de partidos es tan endeble que lo puso a temblar un personaje de bajo perfil, una actriz de reparto que debuta en la gran carpa de la política nacional con lo que pretendió ser una pieza de teatro épico y terminó siendo un capítulo más de una comedia de enredos para el entretenimiento barato.

Lilly Téllez no merece todos los rayos y centellas que han caído sobre su persona, porque de alguna manera, ella es apenas un asomo de la greminación de otras tenebras. 

La comunicadora es en todo caso un producto de la confusión de la modernidad líquida, esa que según Zygmunt Bauman normaliza la ausencia de compromisos para siempre, con la promiscuidad ideológica por la que bien vale la pena abdicar intermitentemente de los principios, si de eso depende la pervivencia en la nómina, en el ejercicio del poder y de los grandes negocios.

Téllez no ha sido jamás, ni cercanamente, una mujer que se identifique con el programa, la plataforma, los principios y las causas de la izquierda. Eso se sabía desde que apareció como candidata al Senado de la República en 2018.

Y lo sabían todos aquellos que hoy hacen cera y pabilo de la señora Téllez, pero que en su momento callaron como momias. De la misma manera como hoy festinan su renuncia a la bancada de Morena en el Senado, y su adhesión a la bancada del PAN, aquellos que al calor de la campaña la hicieron arder en la hoguera del denuesto. 

El anuncio de la adhesión de Lilly a la bancada del PAN corrió a cargo del dirigente nacional del PAN, Marko Cortez y fue como un latigazo en la granja de bots y trolls de la Red Amlo, que de inmediato puso a trabajar la maquinaria para descuartizarla. 

Por obvias razones, en Sonora el anuncio tuvo reverberaciones importantes, porque no faltó quién especulara con la posibilidad de que la señora estuviera amarrando con este movimiento la candidatura al gobierno del estado por el PAN. Eso, sin duda movería las piezas en el tablero de una adelantada sucesión, particularmente porque metería en serios aprietos a Antonio Astiazarán, un ex priista que no se ha afiliado al blanquiazul, pero aparece liderando las encuestas como eventual candidato de ese partido.

Sin embargo, en una entrevista con un viejo amigo suyo, Francisco Javier Ruiz Quirrín, la senadora reiteró que no le interesa ser gobernadora y que quien “debe ser” gobernador es Alfonso Durazo Montaño, a quien admira y respeta y que por cierto, fue quien la palomeó como candidata y como cabeza de la fórmula donde él iba como segundo. 

Esta declaración, antes que calmar las aguas, las enturbió más y metió a panistas y morenistas locales en una enmarañada red de maromas para explicar la nueva realidad. 

¿Qué grado de dificultad exige la maroma de los panistas para explicar a sus votantes que Morena es un peligro para México, si su nueva senadora promueve el voto por Alfonso Durazo como candidato de Morena a la gubernatura?

¿Qué tan competitiva tiene que ser la maroma de los morenistas para explicarle a sus votantes que la traidora, reaccionaria, derechista, prianista senadora apoya a su candidato?

No lo sé de cierto, pero a continuación les dejo algunas reacciones al respecto, recogidas en las redes sociales.

Ricardo Anaya está en deuda con Guillermo Padrés. Quien vote por el PAN en Sonora votará en beneficio de Guillermo Padrés, tuiteó la hoy senadora en aquellos días en que era candidata.

Rosa Icela Flores, una veterana militante del PAN y padrecista de cepa le respondió en ese momento:

Ya no hayas que hacer chayotera sabes que no vas a ganar dime quien cree en ti. (Se respeta la ortografía original).

Sobre el mismo tuit, otro panista, Luis Ballesteros respondió:

Jajajajajajaa… que mente tan enana tiene Lilly… y con eso crees que vas a ganar votos?… es en serio?… no pues wow… que clase de Senadora pudieras ser con esas ideotas???… sigue en el #Chayo mejor… es lo tuyo…  (También se respeta redacción y ortografía original).

Por su parte, el dirigente estatal de Morena, Jacobo Mendoza tuiteó lo siguiente:

Decepcionante integración de Lilly Téllez a senadores del PAN, formalizando lo que era evidente. No es militante de Morena pero se le apoyó como externa, incluso como independiente respetamos su decisión, pero aliarse al adversario, es inadmisible. Sería más congruente su renuncia.

Y el también morenista Gerardo Murrieta le respondió al vuelo: 

A huida de conejo, pedradas al matorral. Hace meses pugné por su retiro de su curul y tú y Durazo la defendieron. Y tú cuándo renuncias, te expulsó la CNHJ por órdenes de Alfonso en 2015. Bertha tiene tu expediente perdido. Cofradía maldita. No tienes vergüenza.

Pero el que se voló la barda fue el panista Miguel Sesma Quibrera, que anexando capturas de pantalla de los tuits de Damián Zepeda (extraordinaria noticia. Bienvenida una excepcional persona, con convicciones y valor) y Ernesto Munro (Congruencia, valentía y dignidad. Es una verdadera ciudadana que quizá sin saberlo vive y piensa cotidianamente con una enorme coincidencia con la de un verdadero y digno panista).

(¡Quizá sin saberlo! N. de la R).

Esto fue lo que escribió Miguel Sesma: A los “líderes” (entrecomillado original) del PAN Sonora que traicionando la memoria reciente se deshicieron en excesiva y vulgar zalamería (hacia) Lilly Téllez, se les solicita por parte de la militancia: mesura, responsabilidad, continencia política, estrategia y un poquito de vergüenza. (Las negritas son mías).

Colofón

Lilly Téllez no obedece a línea partidista alguna. Ella pertenece al Staff de TV Azteca y es una posición de Ricardo Salinas Pliego, uno de los empresarios más acaudalados de México y más que sobreviviente, beneficiario de sucesivos sexenios, especialmente el de Carlos Salinas de Gortari en el que detonó su fortuna.

De hecho, su Banco Azteca y sus tiendas Elektra manejan miles de millones de pesos de los programas sociales del gobierno federal.

Salinas Pliego es hoy por hoy parte del Consejo Asesor Empresarial de Andrés Manuel López Obrador, junto a personajes como Bernardo Gómez (Televisa); Olegario Vázquez Aldir (Imagen TV, Excélsior, Hospitales Ángeles); Carlos Hank González (no requiere más presentación), entre otros.

La señora, ciertamente, no tiene ni por equivocación, algún punto de coincidencia con la izquierda. Tampoco tiene alguna vena de estadista pero sobre todo, tampoco tiene palabra.

Si dijo que no le interesa la gubernatura de Sonora, y que el gobernador debe ser Alfonso Durazo, no sé usted, escéptica lectora, chapulinero lector si le vayan a creer. Personalmente creo que en cualquier momento puede decir lo contrario, si así se lo ordena ese poderoso grupo que la llevó al Senado, y en el que dicen, alguna influencia tiene Manlio Fabio Beltrones.

Si la conductora de televisión dijo una vez que Andrés Manuel era un peligro para México, y luego dijo que era el salvador de la patria, y luego dijo que era un hombre secuestrado por la izquierda (esto no lo dijo literal) y por eso mejor ella migraba al PAN, Alfonso Durazo debería estar preocupado por ese apoyo.

Especialmente si se considera que su trabajo como secretario de Seguridad federal le ha abierto demasiados flancos; que la recomposición de fuerzas en Sonora marca un cruce entre su caída y el ascenso de Ernesto Gándara, y que tiene en Lilly Téllez a un personaje que cuando menos piense, le clave una puñalada por la espalda. En el sentido metafórico, obviamente.

Porque finalmente, el perfil político de Lilly Téllez es muy bajo, pero no lo es el de sus patrocinadores, que también hacen sus lecturas políticas rumbo al 20021 y el 2002 y el 2024.

Ahí se las dejo.

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