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La imagen se volvió viral y, desde luego, dio material para la abundancia de memes, que suelen viralizar más los mensajes semiocultos.

El rostro grave, la sombra de preocupación que lo cruza; el andar cansino, los labios apretados, la quijada tensa, la mirada clavada en el piso. El acompañamiento de su esposa, mirando con desprecio hacia un lado, con el gesto descompuesto y un tanto demacrada, son el contraste del mensaje esperanzador que unos minutos antes había lanzado el presidente de la República.

Es una fotografía cien por ciento periodística porque recoge el estado emocional de los depositarios del poder presidencial, fuera del protocolo, el camerino y el foro donde todo es impostura, sonrisas mecánicas, saludos afectuosos, palmaditas cálidas, amabilidad fingida.

(Sí, ya sé que el poder presidencial tiene un depositario único, pero lo mismo decía Fox, y ya ven cómo le fue con Marthita).

El mensaje de ayer tiene, desde luego muchas lecturas. Desde el aplauso desbocado hasta la crítica más corrosiva, pero eso es parte de la realidad que estamos viviendo en tiempos de las benditas-malditas redes sociales.

El riesgo de la sobreexposición mediática es que a cualquiera vuelve predecible. Le pasa también al presidente Andrés Manuel López Obrador. 

Para las 10 de la noche, el mensaje que difundió tuvo en la cuenta de Twitter del gobierno de México 70 mil 200 reproducciones, una cifra ínfima si se considera que esa cuenta tiene un millón cien mil seguidores.

Es cierto que el mensaje fue difundido por radio y televisión abiertas y por una cantidad imprecisable de plataformas digitales, con lo cual su alcance fue sin duda mucho mayor. 

Pero es significativo el dato de las 70 mil reproducciones en la cuenta oficial del gobierno federal, porque de alguna manera ilustra la erosión del interés público en dicho mensaje, pese a la aparatosa parafernalia  apuntalada en una vasta red de trolls y bots; de publicistas oficiales y oficiosos.

Ya esperaremos los datos oficiales de las empresas especializadas en medir audiencias, pero la evidencia empírica apunta a que este mensaje a propósito del segundo informe de gobierno despertó menos interés que el primero.

Y la mayor cantidad de interacciones fue para sumarle negativos.

Una de las razones, creo, es lo que mencionaba al principio: el presidente se ha vuelto predecible. Nada de lo que pueda decir cae en el terreno de lo novedoso, todo se reduce a un catálogo de clichés, frases hechas, lugares comunes y pretendidos chispazos de humor ácido que suele acompañar con una mueca de media risa, más siniestra que sardónica.

En descargo hay que decir que nadie, ni el más prolífico creador de guiones puede aguantar una producción diaria sin riesgo de que se le agoten las palabras. Así, el presidente sólo confeccionó un catálogo de condenas al pasado conservador, autoelogios, victimizaciones y codazos para meterse en la selfie de los próceres (soy el presidente más atacado, desde Madero); afirmaciones por verificar (se acabó la corrupción, comenzó la recuperación económica, ningún gobierno había cuidado tanto el medio ambiente, vamos bien en seguridad pública, tenemos finanzas sanas), y el siempre vendible discurso de la esperanza en un futuro mejor.

Hay que esperar a conocer los datos y cifras que sustentan el optimismo presidencial, contenidos en el informe que más tarde entregaría la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero en la Cámara de Diputados, para verificar si lo dicho corresponde con la realidad.

De entrada podría decirse que no del todo. Mientras el presidente hablaba de una disminución del delito de feminicidio, en Empalme estaban velando el cuerpo de Jazmín Duarte Canavette, asesinada de nueve balazos (incluyendo dos (dos) tiros de gracia). 

¿Que es un caso? Sí. Uno que se suma a esa cifra casi empatada con los muertos del coronavirus, pero producto de la violencia criminal.

Si dijo que ya no hay masacres, la familia LeBarón le respondió inmediatamente reclamando justicia por el asesinato de tres mujeres y seis niños en Bavispe. 

Si anuncia la generación de 70 mil empleos, le sacan las cifras del Inegi según las cuales 12 millones de mexicanos se quedaron sin ingresos en los primeros meses de la pandemia. 

Si anuncia el inicio de la recuperación económica, no faltará quien muestre las declaraciones de su secretario de Hacienda, Arturo Herrera en el sentido de que el 2021 se vivirá la peor crisis desde 1932 y que, para completar el cuadro, se acabaron los ‘guardaditos’.

Los usos y las costumbres del sistema político mexicano establecen que el segundo informe presidencial es el banderazo de salida al proceso electoral del siguiente año. Tiempos de reacomodos en el gabinete, de revisión de lealtades, de recomposición de alianzas, de echar a andar la maquinaria gubernamental para la operación electoral.

Todo lo que estamos viendo en estos días, incluyendo los zipi-zapes en el Congreso de la Unión y lo que veremos en los siguientes se inscribe en esa lógica.

II

En temas locales, el Comité Municipal de Salud de Hermosillo se aventó el tiro y en atención a los lineamientos del gobierno federal que anunció el amarillo en el semáforo epidemiológico para Sonora, aprobó unánimemente la apertura y operación, bajo ciertas condiciones, de centros comerciales en espacios cerrados, restaurantes, cines, boliches, gimnasios, casinos, salones de eventos, espacios deportivos, y la extensión hasta las diez de la noche en el horario para venta de bebidas alcohólicas.

Centros nocturnos, bares, cantinas y giros similares permanecerán cerrados hasta que el semáforo se encuentre en verde.

Este comité es presidido por la alcaldesa Célida López y el acuerdo se tomó de manera conjunta con las autoridades estatales.

Esta decisión, desde luego, viene acompañada de una recomendación a no descuidar las medidas preventivas: uso de cubrebocas, gel antibacterial, sanitizantes, sana distancia, lavado constante de manos, entre otras.

Recomendaciones que han sido reiteradas desde el inicio de la contingencia y que, lamentablemente no han sido acatadas en sentido estricto por una población que a veces pareciera tener cierta vocación suicida.

Como lo hemos dicho en otras ocasiones, hemos llegad al punto en que el gobierno ya no tiene más que hacer, que emitir las recomendaciones de siempre, a conducirse como si el semáforo aún estuviera en rojo. Ya todo depende de la responsabilidad individual y el amor que se tenga a la vida propia y a la de los demás.

Me quedo con la idea de un tuit leído casi por azar, diciendo que si los hospitales y clínicas se están desocupando y entre otras cosas por eso decretan el semáforo amarillo, no significa que la contingencia ya pasó. Significa simplemente que hay más camas disponibles para atender a todos aquellos que, irresponsablemente, se sigan creyendo inmunes. Y también hay espacios en los panteones, por si ocupan.

III

En el anterior despacho aludimos a la gravísima situación de inseguridad que se vive en la región Guaymas-Empalme. Consignamos también la indolencia de la sociedad que entre el asombro y el miedo, parece más proclive a normalizar la violencia como parte de su vida cotidiana, que a tomar las calles para presionar al gobierno y exigir que ponga orden.

Ayer nos enteramos de una convocatoria para salir a marchar en protesta por el feminicidio de Rosalía Duarte Canevett, la joven empalmense de la que hablamos líneas arriba. 

Los gobiernos municipales de Guaymas y Empalme, donde se concentra el foco de la violencia criminal, pero que de ninguna manera son el escenario único de la misma, lucen pasmados, perdidos, acorralados, desplazados de sus funciones por el crimen organizado.

No hay otro camino que la movilización y la protesta, la cachetada que los despabile de sus sueños de opio y sus prioridades electoreras; una cachetada que golpee también al gobierno estatal y al federal, porque la situación allá se ha vuelto insostenible.

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