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Abrimos la semana con una anécdota de aquel verano terrible de 2005 cuando el abasto de agua hizo crisis en Hermosillo y la entonces alcaldesa, María Dolores del Río optó por la peor de las soluciones: el tandeo.

 

Los hermosillenses no sólo fueron víctimas del racionamiento en sus hogares, escuelas y negocios. La deteriorada red de distribución se colapsó en varios puntos de la ciudad porque no soportó la fuerza del agua al abrir y cerrar las válvulas todos los días en distintos sectores. Los hermosillenses no tenían agua en sus casas, pero sí había ríos en las calles.

 

No eran tantos los hogares que contaban con tinacos y lo que se hizo entonces fue un programa para vendérselos, descontando su precio de los recibos, pero esa es otra historia que para efectos de esta columna, no viene al caso.

 

El punto es que después de reportear varios días un movimiento que se gestó al calor de las demandas ciudadanas, cubriendo una de esas reuniones en la plaza Emiliana de Zubeldía, a alguien se le ocurrió que yo podría ser el vocero de dicho movimiento en el que, hay que decirlo, no sólo participaban gente sin partido, sino otros identificados con la oposición en ese momento, PRI y PRD, principalmente.

 

Se organizaron acciones de propaganda: volanteos, cierre de calles, pega de calcas, pintas, visitas a estaciones de radio, tomas de oficinas; se lograron reuniones con directivos del organismo operador y se gestionó ante algunos empresarios solidarios, apoyos con pipas para repartir agua en las colonias populares donde la situación era verdaderaramente dramática.

 

También se acordó un pliego petitorio de cinco puntos, que básicamente eran: restablecimiento del servicio; racionamiento equitativo, ordenado y suficiente; un plan de emergencia ordenado y transparente (información puntual del monto y destino de los recursos para la emergencia); revisión de tarifas; plan de abasto de largo plazo y la destitución del director de Aguahh, que en ese entonces era Enrique Martínez Preciado. Por cierto, el director de comercialización del organismo era Roberto Romero López, ambos de triste memoria.

Como suele suceder, el movimiento fue tildado de “político” y a sus integrantes, de perseguir fines electorales. Por eso propuse que todos los que participábamos en él, firmásemos un documento con el compromiso de no aparecer en las boletas electorales. Todo fue que se propusiera eso, para que los activistas de partido desaparecieran de la escena.

 

El resto seguimos, tratando de organizar a la gente en las colonias para darle fuerza al movimiento. Nos encontramos con una constante en todas, pero citaré una de esas reuniones, en la invasión Red 2000.

 

Unas cincuenta personas acudieron una tarde a la reunión. Sus rostros más bien inexpresivos y hasta desconfiados. Escucharon un momento lo que teníamos que decirles, hasta que una señora interrumpió:

 

-Bueno, bueno, todo está muy bien, pero ¿Qué nos traen?

 

-Pues les traemos una invitación a sumarse al movimiento para presionar a las autoridades y…

 

-No, no, no. ¿Qué nos traen? ¿Despensas o qué?, soltó a boca de jarro.

 

Y nosotros nos quedamos viendo para todos lados, porque cuando mucho, lo que llevábamos era un volante. Intentamos explicar la necesidad de organizarse y luchar y…

 

Y la gente comenzó a retirarse hasta no quedar nadie más que los voluntarios del movimiento, en la sofocante noche oscura de aquella colonia marginal del norponiente de Hermosillo.

 

Recordé este episodio el viernes pasado, cuando se difundieron en las redes sociales, las imágenes de los candidatos al senado por Morena, Alfonso Durazo y Lilly Téllez arengando frente a un auditorio mayoritariamente compuesto por sillas vacías, en la colonia Carmen Serdán, de Hermosillo.

 

Y es que por décadas, los partidos políticos han hecho de las prácticas subsidiarias y asistencialistas mal entendidas, un mecanismo de sutil coacción del voto y, lamentablemente, mucha gente, especialmente los eternos excluidos del bienestar y el progreso han aprendido, en una despiadada y triste lógica, que su condición no va a cambiar a partir del voto por uno u otro candidato, de manera que, lo que puedan sacarles en las campañas, bienvenido sea.

 

Alfonso y Lilly debieron aprender a su vez que no es lo mismo convocar medios y pontificar sobre los temas de coyuntura, que concitar multitudes populares sin ser los líderes carismáticos que tendrían que ser para lograrlo. O sin el recurso suficiente y bien aplicado para comprar auditorios así sea para la foto que retrate “el amplio respaldo popular y el cobijo de multitudes” más escenográficas que convencidas.

 

Plausible, que hayan optado por la austeridad en su campaña y supongan que el arrastre de Andrés Manuel lo va a hacer todo y llevará en automático a sus candidatos a la victoria. Eso puede suceder en algunos casos, pero no en todos. Especialmente en municipios como Hermosillo, donde sin duda la votación por Morena será histórica e inédita (en 2015 no llegó a seis mil votos), pero quién sabe si les alcance con el puro “rollo” para llevar a los votantes a las urnas masivamente.

 

Y no digo que la compra de votos y el asistencialismo sean lo que mejor retrate a una sociedad democrática; antes bien, son el relato de lo que no debería ser. Sin embargo, es lo que hasta hoy ha marcado la pauta. Veremos si este 2018 tan lleno de sorpresas, rompen esa dinámica.

 

II

 

Varios temas marcaron la agenda de la semana que concluyó y permanecerán durante la que corre.

 

La arenga de Paco Ignacio Taibo II sobre la expropiación de empresas cuyos dueños presionen a AMLO, una vez presidente, con la fuga de capitales obligó al propio candidato a salir a aclarar que él no va a expropiar nada, que respeta la libertad de expresión y la propiedad privada.

 

La del escritor e historiador es otra de las “ayudas innecesarias” a la candidatura del Peje, que en estos días y lo que resta de la campaña debe estar preparado para toda clase de metralla mediática. No fue un error ni un desbarre de Paco Ignacio, no. Él es un hombre de izquierda dura y está convencido de lo que dijo. Cree en ello y actúa y habla en consecuencia.

 

Como él, hay mucha gente en Morena que piensa lo mismo y realmente cree, bajo la óptica marxista, que la historia hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases y que la burguesía debe ser aniquilada por el proletariado y los campesinos pobres.

 

Hay, en esta coyuntura, muchas otras tendencias y corrientes en Morena. Desde los izquierdistas fifí que brindan con champagne y comen caviar mientras reparten tortas y frutsis en los mítines, hasta los moderados y no pocos especímenes de la “derecha fascista” (como los más radicales les llaman) que se han sumado a la causa de López Obrador.

 

Y lo han hecho, lo digo sin tapujos, no porque crean en el proyecto de nación o cosa parecida, sino porque han tomado el pulso de la coyuntura y consideran que la victoria del tabasqueño es irreversible, lo cual les garantizaría otra prórroga en sus largas trayectorias de sacrificio denodado a favor del pueblo mexicano, como lo hicieron desde el PRI, el PAN o cualquier otra célula de la mafia del poder.

 

En serio, no son ganas de chingar. Es un tema que las mentes más brillantes de Morena deben estar analizando para dilucidar cómo resolver las posturas encontradas dentro de una alianza sui géneris donde coexisten hoy muchas voluntades que coinciden en el cambio aunque discrepan en el rumbo.

 

En algunos sectores, parece blasfemia considerar siquiera la posibilidad de que el Peje pierda por tercera vez la presidencia de la República, porque ello significaría estar, automáticamente, del lado de la mafia del poder.

 

Lo que en realidad sucede, creo, es que quienes así piensan se han jugado su resto en este albur. Saben que si no es ahora, no es nunca. Andrés Manuel no estaría en condiciones físicas ni mentales para competir por cuarta vez en 2024 y creen, a pie juntillas, que un gobierno encabezado por él a partir del primero de diciembre de este año, no podría ser peor de lo que ha pasado hasta ahora con los gobiernos del PRI y del PAN.

 

No se detienen a pensar, por ejemplo, que la imposibilidad de que Morena pueda disputar la presidencia dentro de seis años es resultado del caudillismo de Andrés Manuel, que no ha dejado crecer otros liderazgos con presencia nacional, de su talla. Y eso tiene que ver con el talante autoritario, antidemocrático y con atisbos dictatoriales del tabasqueño.

 

¿Que en el PRI y el PAN se repiten esos modelos? Sí. Ese es el presidencialismo mexicano y la alternancia hasta ahora, ha servido para un carajo. ¿Es lo ideal, lo deseable? No. Es lo que tenemos.

 

¿Que Andrés Manuel puede romper ese que parece una maldición? Puede ser. También puede ser que no, aunque esto siga sonando a blasfemia en algunos sectores.

 

Personalmente, sigo creyendo, a la luz de la parchada alianza morenista, que si gana el Peje no va a pasar nada que no haya pasado. No tengo motivos para temer un triunfo del tabasqueño, pero tampoco motivos para entusiasmarme demasiado. Lo siento.

 

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