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A veces coincido con usted, diputada, a veces no. Tampoco tengo un insulto quemándome la lengua para dirigirme a usted. Es más, nunca lo haría con palabras que sugirieran una intención peyorativa. Más aún, no interferiría en su trabajo.

Y eso obedece a una razón sencilla: no la conozco. No sé más de usted que lo dicho por un compadre y amigo en el sentido de que es casi lo único rescatable de la 4T. 

Yo respeto a mi compadre pero albergo dudas, porque creo que usted es una pieza de la nueva hegemonía del poder. Ejerce un cargo que obliga a responsabilidades más allá del apasionamiento personal.

Usted ya no es más una ciudadana común. Ostenta un cargo muy alto en el aparato de Estado. Es una pieza del poder político y creo que lo está haciendo bien. Es decir, bien para descarrilar un proyecto de Nación con el que no la unen principios, sino casualidades, coyunturas, coincidencias con lo mejor y con lo peor de la nueva hegemonía.

Todo empezó con el tuit de la colega y amiga Cristina Gómez Lima a propósito de la manifestación feminista de ayer en la sede del Poder Judicial. 

“Mujeres en protesta toman el edificio. Con todas sus fuerzas derribaron el cerco, ingresaron, lo rayaron y quebraron todo a su paso”, escribió.

Yo respondí el tuit así: “Alguien tiene que avisarle a estas conservadoras y fifís que no deben distraer la agenda pública porque pueden provocar que no se vendan todos los cachitos del avión”.

Obviamente, la referencia fue a una declaración del presidente en ese mismo sentido. De que las feministas no lo distraerían con el tema de los feminicidios, porque la prioridad era la rifa del avión presidencial.

(De hecho, allí comenzó la escalada de protestas. Un día después, en la mañanera, López Obrador no pudo responder a una pregunta sobre propuestas puntuales para abordar el problema, y al día siguiente pidió que las mujeres no rayaran puertas ni paredes)-

Carlos Maas, un usuario de tuiter respondió al mío diciendo que esas no eran protestas, sino actos vandálicos.

Ante su idea de criminalizar la protesta, respondí con un sarcasmo que no era para él solamente, sino para todos aquellos y aquellas que no entiendan que la rabia está en las calles y con justificada razón. 10 feminicidios diarios en el país estaban hirviendo en una olla de presión que estalló desde hace diez días y que rumbo al 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer ha puesto a temblar al establishment.

Es la primera vez en lo que va del actual gobierno federal, que un movimiento social le roba la agenda diaria y lo pone contra las cuerdas de la protesta legal y legítima. La respuesta presidencial ha sido deplorable: de la falta de empatía y de propuestas pasó a lo mejor que sabe hacer: la desacreditación, la estigmatización, la polarización y el uso del aparato de estado para todo ello. 

Hace diez días escribí en mi cuenta de Twitter, a propósito del inicio de este movimiento: “Ni el PRI, ni el PAN, ni el PRD; ningún otro partido. Ni los empresarios, ni los sindicalistas, ni los campesinos o los estudiantes. Son las mujeres las que están descorriendo el velo del doble discurso gubernamental”.

No me equivoqué. El movimiento comenzó a tomar forma, articulándose en torno a una convocatoria, primero para la cadena humana del 8 de marzo, y las múltiples manifestaciones con que se conmemora ese día. Luego con el llamado a un paro nacional de mujeres, que tomó al gobierno federal ensimismado en sus inmediateces.

Tardaron en reaccionar, de tal forma que un día la señora Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del presidente posteó una invitación para sumarse al paro. En menos de 24 horas le cambiaron la ‘pichada’ y todo el aparato de Estado fue puesto a trabajar para convocar a una manifestación orientada básicamente a boicotear el paro.

Y el eje central del boicot, el de siempre: la derecha y los conservadores están aprovechando la coyuntura para impedir que el gobierno federal siga avanzando en la “purificación” de la vida pública. Más aún: el movimiento apunta hacia un golpe de Estado como el de Chile en 1973. 

De nuevo, el gobierno miente con la verdad. No hay duda de que los enemigos del régimen se sumarán a las protestas y promueven el paro. Sin embargo, ni son mayoría ni tienen la capacidad para aparecer como vanguardia de este movimiento en el que por cierto, son legión las mujeres que apoyaron (y muchas siguen apoyando) a López Obrador. A ellas no les cayó muy bien que las tildaran de golpistas de derecha, o que las echaran en el mismo costal.

En ese contexto hay que ubicar lo que sucedió ayer en Hermosillo. Mujeres encabronadas llegaron al edificio del Poder Judicial y al grito de “se va a caer, se va a caer, el patriarcado se va a caer”, rompieron las rejas metálicas de la puerta, entraron y lo rompieron todo. Bueno, es un decir, pero sí causaron algunos destrozos.

Hay que decirlo: no se veía entre ellas a conservadoras ni fifís. Más bien son mujeres identificadas con Morena, entre ellas algunas operadoras, comunicadoras y activistas cercanas a la diputada federal Wendy Briseño, cuyos nombres no cito porque realmente no es la intención evidenciarlas.

Cito a la diputada porque con toda mala intención descontextualizó un tuit mío y arengó a sus huestes al linchamiento. Sí. Efectivamente le respondí a un tuitero que calificó la manifestación de ayer como “actos vandálicos”, diciendo que en esa lógica habría que encarcelar a las mujeres, de preferencia en un Cereso varonil para que las violaran. El tipo estaba criminalizando la protesta y con ello, dando pie al desvanecimiento de las causas que la originaron, lo cual es grave.

Por eso le respondí que de una vez llamara a no protestar y mejor asumiera una actitud contemplativa, encendiendo una velita sobre el cuerpo desollado de Ingrid. Sarcasmo cruel, cierto, pero no más cruel que la realidad lacerante de estos días (apenas anoche, mientras escribía estas líneas, llegaban noticias sobre un asesinato múltiple en El Ranchito, colonia popular de Hermosillo; entre las víctimas, una mujer y un bebé de apenas unos meses de nacido).

La diputada tomó el tuit, lo descontextualizó y me acusó de mercenario, podrido, bajo y violento. Me responsabilizó de ser parte de las causas por las cuales las mujeres sonorenses salieron hoy a protestar y a romperlo todo.

Ya en corto, creo que la diputada se la anda cobrando. Hace unos días la regó gacho y dijo en una entrevista de radio que al presidente López Obrador le urgía una capacitación en materia de perspectiva de género, lo cual es cierto. 

Y es cierto porque el presidente se ha negado a asumirse empático con la causa de las mujeres, incluyendo los temas de matrimonio igualitario y la interrupción legal del embarazo, causas que Wendy abraza con pasión y que quizás influyeron para que abandonara sus afinidades con el panismo, cuando gravitaba por ahí al lado de María Dolores del Río.

Pero esa es otra historia. La troleada que me dieron ayer, gracias a la diputada federal que se traga sin gestos todas las ruedas de molino que le empuja por la garganta una cuarta transformación que saca chispas de misógina, no es casual. 

Obedece a una estrategia muy bien estructurada desde los primeros círculos del poder para desacreditar la crítica, incluso si viene de sus cercanos. El disenso está prohibido. Separarse aunque sea poquito de la palabra del señor implica la expulsión de la parroquia. Por eso el nerviosismo de Wendy Briseño cuando se le ‘chispoteó’ y dijo que al presidente le urgía una capacitación en perspectiva de género. Por eso la necesidad de romperlo todo en Sonora, no sólo las macetas del edificio del Poder Judicial, también trayectorias que desconoce y que abrazaron las causas de las mujeres cuando ella andaba de manita sudada con el panismo.

Jamás le responderé con un insulto. Cada vez que ella lo hace, sin conocerme, se asoma un poco al agua clara que le devuelve el contorno de su rostro avergonzado porque en ese gran movimiento de mujeres contra la violencia, ella sigue en la última fila, en la que azuza, en la que agrede, en la que no pudo avanzar porque se le chingó la rodilla de sus propias limitaciones y taras, pero creyendo que el cachito de poder con el que se solaza hoy, le durará por siempre.

Yo sigo convencido de que son las mujeres la que en este momento le han robado la agenda pública incluso a las mañaneras y a las funcionarias que creen poseer el derecho sobre esa agenda. Y esto va a crecer insospechadamente rumbo al 9 de marzo. 

Por mí, que lo rompan todo. Incluso los tabúes que ordenan el patrimonialismo de las causas. 

PD: me asumo como macho en deconstrucción. Solicito comedidamente a la diputada Wendy Briseño me inscriba en el mismo curso para entender de manera urgente la perspectiva de género. Esa que, según sus propias palabras, tanta falta le hace al presidente Andrés Manuel López Obrador. 

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