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El asesinato de cuatro personas en Puebla, como el de un bebé de tres semanas de nacido en Hermosillo, aportó su dosis a la ya muy bien vitaminada irritación social por la violencia que sacude al país. 

Miles marcharon ayer en aquella ciudad exigiendo el esclarecimiento de los hechos y justicia para las familias de las víctimas. En Hermosillo, no hay espacio para el azoro.

Pero ambos casos tienen algo en común. Se trata de víctimas inocentes que pudieron evitarse si los servicios de inteligencia del Estado mexicano funcionaran.

En el caso de Puebla, entre las víctimas estaban José Antonio y Ximena, estudiantes de Medicina en la Universidad Popular Autónoma de Puebla. De origen colombiano, ambos cursaban sus estudios allí gracias a un programa de intercambio. Otro de los jóvenes estudiantes, Francisco Javier era de Xalapa, Veracruz. 

Los tres habían acudido al carnaval de Huejotzingo y para regresar abordaron un Uber. El chofer también fue asesinado.

Una de las líneas de investigación en este múltiple homicidio apunta a la discusión que tuvo Ximena con otra joven, por el sombrero que la primera usaba y que tras las investigaciones que derivaron en la detención de tres personas, fue encontrado en una de las tres casas cateadas, donde también hallaron el vehículo.

El caso no es sólo una página más de este largo episodio de horror que se vive por todo el país, que ya hicieron del año 2019 el más violento que se recuerde y están escribiendo capítulos para hacer de 2020 una secuela que aparece interminable, ajena por completo a los abrazos y sermones sobre la purificación y moralización de la vida pública.

Cito este caso porque no es un incidente aislado ni producto de fatalidades que se van cocinando en el ámbito de lo privado, en el de las relaciones familiares viciadas, sino que en él aparece la acción de una banda del crimen organizado dedicada al robo de autos. 

La discusión por el sombrero es acaso una trágica casualidad que hizo coincidir en tiempo y espacio a los tres jóvenes médicos en formación, con sus asesinos, profesionales del crimen a juzgar por lo encontrado en las casas cateadas por las autoridades: armas, cartuchos, celulares, chalecos antibalas, placas balísticas para chalecos, drogas.

El Estado tiene la responsabilidad de velar por la seguridad de los ciudadanos, pero a fuerza de ser justos hay que admitir la imposibilidad de evitar crímenes cuando éstos se suscitan en el ámbito de lo privado, de lo familiar. En teoría, hay instancias de gobierno dedicadas a la prevención de situaciones de riesgo, a la orientación y a la protección de posibles víctimas. En la práctica, todo es una maraña burocrática en la que se pierden denuncias, expedientes, tiempo, vidas…

Pero no debería ser así cuando los crímenes son perpetrados por bandas organizadas de criminales. El Estado tiene la información detallada, compilada y procesada por sus servicios de inteligencia, sobre quiénes las integran, dónde y cómo operan; a qué se dedican y su capacidad de hacer daño.

¿A qué viene esta digresión? A una razón muy sencilla. En Hermosillo se han registrado recientemente varios episodios trágicos, intentos de secuestro o levantones, asaltos y, el más lamentable, el asesinato de un bebé de tres semanas de nacido, con un balazo en la cabeza mientras dormía en un vehículo estacionado en la zona donde se registró la ejecución de un hombre por razones aún desconocidas, pero predecibles.

Guardando distancias y proporciones, los estudiantes en Puebla y el bebé de El Ranchito en Hermosillo murieron a manos de criminales organizados que el Estado tolera y, si de ponerse críticos se trata, auspicia con sus omisiones. 

Omisiones, hay que decirlo, que germinan en la corrupción de los cuerpos policiacos y los servicios de inteligencia que, sabiendo quiénes son y dónde están, los dejan seguir operando. 

¿De qué tamaño es el negocio? No lo sé. Pero no es más grande que el dolor de las familias de las víctimas.

La realidad nos está golpeando muy fuerte. Los balazos de la guerra contra el narco no funcionaron, pero los abrazos tampoco están funcionando. 

Sabemos bien, porque así lo ha dicho el presidente, que una cosa es lo que se dice en campaña y otra la que debe decirse siendo gobierno. Pero eso sólo alimenta la desesperanza. 

Hombres, mujeres y niños siguen cayendo como espigas segadas en el inmenso trigal de la corrupción y la impunidad, que no ha disminuido ahora que el neoliberalismo es sólo referencia para las culpas, sino que está creciendo entre el hierbarajo de las excusas. 

Peor aún, en el silencio cómplice, en la genuflexión acrítica, en los clichés gastados y los lugares comunes de quienes dijeron que sería diferente

O en la búsqueda de culpables en el laberinto de un pasado que, inexorablemente los remite al punto de partida.

Chale.

II

Después de iniciar el programa emergente de bacheo en Ciudad Obregón, el alcalde Sergio Pablo Mariscal lanzó una convocatoria para sumar a los ciudadanos, al margen de militancias y clases sociales, a las tareas de limpieza con las que buscan levantar el polvo acumulado en las calles, antes de que se convierta en un problema de salud pública.

Y es que ese polvo que a través del tiempo ha ido cubriendo calles y banquetas contiene metales pesados y toda clase de elementos contaminantes (incluyendo heces fecales) que además de obstruir los drenajes sanitarios y pluviales en tiempo de lluvias, en temporada de ‘secas’ es levantado por el viento potenciando riesgos de enfermedades respiratorias. Eso sin contar con la aceleración del deterioro de los pavimentos.

La convocatoria va dirigida a organismos empresariales y organizaciones de la sociedad civil; a estudiantes, maestros y a la comunidad en general para transitar hacia un nuevo hábito de limpieza en el que se vuelva cotidiano el aseo del entorno inmediato en las banquetas y calles de cada familia.

De entrada, el programa llamado “Desempólvate” integra a 164 comités de  participación ciudadana a quienes se les entregaron kits de limpieza y arrancará este sábado 29 de febrero en la confluencia de las calles Miguel Alemán y Cajeme. El ayuntamiento apoyará con herramienta, equipo y vehículos para retirar todo lo que se colecte.

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