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Es la hora de la Patria.- No de los gobiernos, no de los triunfalismos políticos, no de las ambiciones de poder de dónde provengan: es la hora de la gente, de las familias.- La marcha del 1 de diciembre, es ya testimonio histórico de un país agraviado 

Bernardo Elenes Habas

El informe de Julián LeBarón, brotaba de un corazón destrozado.

Desde el fondo de un hombre sintiéndose terriblemente desprotegido, como millones de mexicanos, en una Patria acechada.

Marcha de Lebaron 3

Su voz se alzaba, no teniendo como plataforma un escenario mediático, sino partiendo desde un horizonte de conciencias hermanadas por la desesperación de saber que la falta de respeto a la vida llega a los extremos.

Que la violencia impuesta por el poderío del crimen organizado rebasa, despiadadamente, leyes, civilidad, ideologías, costumbres, principios, valores, buena voluntad.

Julián LBarón

Por eso, cuando LeBarón, cargando el alma deshecha en sus manos, habló para pedir unidad y suplicar “¡por el amor de Dios, dejemos de pelearnos por cosas secundarias!”, estaba tocando un tema que ahora, nadie puede negar que existe. Que está presente, que es brasa encendida en el corazón de miles de mexicanos que han sufrido el horror de la violencia, de la muerte, sin ser parte de la guerra entre criminales, como sucedió con las mujeres y los niños de su familia en los límites de Sonora y Chihuahua, recientemente; como pasó con la familia de Margarito Montes Parra, años atrás -2009-, en el Valle del Yaqui. Como seguirá sucediendo…

Adrián, otro de los LeBarón sentenció que después de tantas muertes “seguir viviendo nuestras vidas como si nada sucediera es un acto de cobardía infinita. Eso significa ser parte de un suicidio colectivo, hermanos: porque cada muerte es un pedazo de vida que se apaga….Mi furia es del mismo tamaño que mi deseo de vivir, quiero que sigamos vivos, que no nos maten”.

Y sus palabras estallaron en el silencio y en la conciencia de miles de personas que participaron en la marcha que partió, la mañana del 1 de diciembre, del Ángel de la Independencia y concluyó en el Monumento a la Revolución, en la Ciudad de México. Voces que se oyeron lejos. En caminos y pueblos de la nación.

Masacre contra LeBarón

Recalcó que aquellos que asesinan mujeres o niños, los que matan a su prójimo “¡no tienen patria, no tienen pueblo, y no tienen madre!”.

Dijo que pese a las diferencias existentes, es viable la unidad en algo y por algo que es más importante que los antagonismos. “¡Tenemos que estar unidos para defender la vida hermanos!, es mucho más importante que todas las diferencias que tenemos”.

Vivimos, sin duda, la hora de la Patria. Cuando nadie puede ni debe sentirse feliz ante triunfos políticos, fundamentados en detentar el poder, en el divisionismo, mientras el fuego de la violencia avanza. Cierto, es lumbre encendida desde hace años, pero es en estos tiempos cuando alcanza niveles críticos, desesperantes.

Tal vez haya quienes no lo valoren así. Pero basta con ponerse unos segundos en la vida y el sufrimiento de aquellos que han visto destrozados a sus seres queridos por balas asesinas, para comprender la magnitud de un problema que no baja de intensidad, sino que se fortalece y alcanza niveles de barbarie.

El informe que los LeBarón rindieron a los mexicanos ayer, desde sus sentimientos desnudos, desde una conjugación de ira y miedos reprimidos, no es reto ni antagonismo. Sino un llamado a reconocer la realidad sangrante de México, y a incluir en la agenda de la clase política la unidad, la justicia, la libertad, el respeto, porque después será demasiado tarde.

Le saludo, lector.

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