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No se reconstruirá la Fernando Dworak.- Su edificio de más de 70 años, fue demolido el 23 de julio de 2018.- ¿Qué será de espacio tan bien ubicado en el centro de la ciudad; acaso se convertirá en franquicia comercial?.- ¿Por qué no soñar en un centro cultural y museo? 

Bernardo Elenes Habas

Hace 4 meses, dejé testimonio en este espacio periodístico sobre la decisión gubernamental de que la escuela primaria Fernando F. Dworak, no se reconstruiría, luego de haber sido demolida el lunes 23 de julio de 2018, junto con otros diez planteles en Cajeme.

En esos días, el Gobierno del Estado, la SEC y Protección Civil, tomaron tan preocupante determinación de borrar del rostro histórico de Ciudad Obregón edificios tan singulares como las escuelas Carlos M. Calleja, Dworak, Eusebio Montero Morales, en la colonia Morelos; Presidente Alemán en el legendario Plano Oriente; Recursos Hidráulicos, colonia Cumuripa; secundaria José Rafael Campoy, colonia centro, entre otras ubicados en Esperanza, Cócorit y Pueblo Yaqui.

Sólo que no todas se reconstruirían, sin que mediara una explicación al respecto, como fueron los casos de la Dworak, la Presidente Alemán y Montero Morales.

Estuve presente, cuando cayó el viejo edificio de la Dworak. Eran las 8:30 de la mañana del lunes 23 de julio de 2018. La pesada máquina demoledora color amarillo, había descendido ya de la plataforma rodante que la situó a la entrada del patio de la escuela primaria, por las calles Coahuila y Zaragoza, de Ciudad Obregón.

Avanzó lentamente con su brazo articulado en todo lo alto, amenazante, acercándose al edificio, nacido en 1945, durante la administración municipal de Heriberto Salazar (1943-1946).

Luego, descargó, con furia, el primer golpe sobre la terraza al poniente del plantel, sacudiendo las raíces históricas de la ciudad. Comenzando a caer la estructura de una legendaria escuela que se constituía en parte del paisaje urbano, con sus más de 70 años de vida.

Cuando cayó la Dworak 3

Entre el polvo y el estruendo, alguien de los testigos del proceso de demolición, recordó a antiguos maestros que fueron parte de la trayectoria, ahora rota, de la Fernando F. Dworak, como Enrique L. Peña, Socorro Arce, Paulita Nakato, Aurora Búsani, Filiberta Corral, Abraham Montijo Monge, Mario Larrañaga, Ramón Balmaceda…

Vi la forma en que se borraba parte del rostro histórico de la ciudad, edificio que se hacía imprescindible derrumbar (justificaba el Gobierno del Estado), por los daños estructurales que sufrió, junto con –curiosamente- otras escuelas, debido a los sismos del 19 de enero y 29 de marzo de 2018, que sacudieron levemente el pecho del Valle del Yaqui.

Posteriormente me informaron, aunque no oficialmente, que el alma de la vieja escuela Dworak no sería rescatada de entre sus raíces. Y el amplio llano en que fue convertido su espacio solariego continuaría, por lo pronto, barrido por el viento y lavado por las lluvias, sin que se conozcan, hasta ahora, planes para tan bien ubicado espacio en el centro de la ciudad.

Un baldío, como antes

Impacta la soledad del terreno, al transitar por las calles Coahuila, Zaragoza y Durango. Ahí pervive una antigua cancha de basquetbol, como sucedía en el pasado, cuando los jóvenes de antaño ocupaban esa extensión desierta para practicar béisbol los domingos, y donde, el entonces alcalde Heriberto Salazar, decidiera levantar aulas para que se llenaran de luz con los niños, y en los terrenos contiguos erigir una colonia para familias de obreros. Prosperando sólo el proyecto de la escuela.

Cuando cayó la Dworak 2

¿Qué destino se le dará, ahora, a esa área propiedad estatal, la que mantiene una magnífica ubicación y que podría convertirse en ambicioso manjar para inversionistas detentadores de franquicias; quienes, tal vez busquen adquirirla, de ponerse en venta, para levantar la frialdad de algún centro comercial?

Alternativa para un museo

Sin embargo, la raíz educativa y formadora de muchas generaciones de cajemenses surgida de la Escuela Dworak, no merece desviarse y morir arrasada por una modernidad metálica y ambiciosa, donde sólo se contemple el tanto tienes, tanto vales. Por eso se vuelve imprescindible soñar con vehemencia en que ese enclave de la ciudad podría convertirse en alternativa para dignificar la memoria histórica de la comunidad con la construcción de un necesario Centro Cultural donde la piedra de toque la constituyera un Museo.

Cajeme, el Valle del Yaqui, se han caracterizado por su pujanza. Por las circunstancias asombrosas en que aquí se forjó una generación productiva. Pero también, por los contrastes sociales enmarcados en la forma en que al poder económico se enlazaba –y se enlaza- el poder político.

Sin embargo, no es esa la verdadera raíz de la comunidad, sino que subsisten las manos anónimas, las inteligencias bienhechoras, la visión sin egoísmos de gente que supo desbrozar caminos, desmontar parcelas, sembrar en el surco no únicamente la semilla nutricia, sino su vida misma.

Cuando cayó la Dworak

Hombres y mujeres de corazón generoso que merecen también un monumento colectivo que los represente, y donde su memoria, la que no ha sido recogida del todo por los historiadores, encuentre un espacio que demuestre que también fueron parte del florecimiento de la ciudad, del Valle, de Cajeme, aunque no hayan amasado fortuna.

Bien merecen un reconocimiento de esa magnitud los forjadores del Cajeme profundo, aquellos que, cuando se apagó la luz de sus lámparas, cuando sus vidas se extinguieron, solamente se llevaron la satisfacción del compromiso cumplido: la historia de su pueblo escrita en sus rostros curtidos por las resolanas de agosto y los cortantes fríos de diciembre. Y en sus manos morenas, las huellas imborrables y benditas del trabajo.

Le saludo, lector.

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