Poema de domingo.- En la sala breve de la casa de Bartolomé Delgado de León, por el callejón República de Cuba, entre 6 de Abril y Elías Calles, en Ciudad Obregón, los poetas de mi generación aprendimos un ejercicio de inventiva literaria que el Maestro ponía en práctica, cuando caía la noche y brindábamos a la altura de la amistad. Nos daba el primer verso marcando la temática de lo que sería una especie de espiga amotinada, colectiva y plural. Ahí, se conjugaban las voces de Jesús Antonio Salgado, Rigoberto Badilla, María Gloria Carbajal, Daniel Delgado Saldívar, Luis Alfonso Valenzuela Segura, Carlos Verduzco Meza, Luciano, María Constanza, Ricardo Nieblas, Horacio Soto.- Y, ciertamente, nacieron así muchos poemas que se perdieron entre las lluvias de agosto y los fríos de diciembre.- Quien gozaba esos momentos, era Bartolomé por supuesto. Porque moldeaba con sus manos, su inteligencia y su visión luminosa, a una pandilla de soñadores que, al paso del tiempo, daría y lo sigue haciendo, sus mejores frutos. Esas son, sin duda, las raíces de mis poemas de domingo, los que te entrego con vocación inquebrantable:
Bernardo Elenes Habas
QUE HABLEN LOS POEMAS
Que la vida derrame
sus azules metáforas.
Que la canción me muestre
el mapa de tu ser.
Que invoquen las guitarras
la niebla y sus tristezas.
Que la alborada exprese
con sus espejos líquidos
dónde y cuándo tu nombre
se espiga en mi canción.
Primero que trascienda
el gozo de estar vivos.
Que mi piel busque aromas
de nostalgia en tu piel,
vino dulce en tus labios,
en el vientre infinito
donde el mar juguetea
-vaivén entre penumbras-,
la historia de los dos.
Que el idioma del éxtasis,
voces entrecortadas,
aletear de aves ciegas,
descifren los crepúsculos:
sol cayendo en el mar.
Vibre tu voz antigua.
Tu ternura indecible.
Tus luces que se alargan
en noches infinitas,
polvo vivo de estrellas
naciendo de tu ser.
Que descienda la lluvia.
Que reparta sus verbos,
pero que ahora y siempre
hablen con voz eterna
poemas que te escribo,
los que sólo germinan
con tu cuerpo y el mío
ejerciendo el misterio
de fuegos y pasión…
Hablen, pues, los poemas,
lancen desde su faro
su grito de relámpagos,
cuando entre tempestades
oficiamos la danza
sublime del amor..
—-o0o—-