Poema de domingo.- Éramos un batallón de sombras. Nos envolvíamos en la oscuridad para escapar de los instintos represores de Miguel Nazar Haro, quien llegaba de tiempo en tiempo a Cajeme a reunirse con sus amigos árabes en la licorería de Miguel Saca. Alguien le metió en los oídos que sobre la calle 6 de abril, en la Tabasco y Tamaulipas, se encendía una fogata peligrosa con un grupo de muchachos que escribían, leían, hacían poesía, canción y maduraban a fuego lento sus ideas. Eran los finales de los 60 y principios de los 70, con su caudal peligroso para los jóvenes que buscaban cambios en lo ideológico, atisbando el horizonte de la justicia social. Desde esa raigambre de barrio, muchos determinaron su destino. Desbrozaron caminos, se inscribieron en los movimientos revolucionarios para graduarse de hombres…A algunos, los encontró el fuego violento, como a Fernando Salinas Mora, a otros la tortura, la prisión, el desgaste del tiempo que es un río que no regresa, sólo convertido en recuerdos…
Bernardo Elenes Habas
TESTIMONIO
Tu voz es una brasa
sin tregua en mi garganta.
Tu silencio está inmóvil
en el agua del llanto.
Tus iras uniforman
mi cuerpo combatiente.
Murmullos infinitos
que navegan mis venas
me hicieron guitarrero
de tu barca nocturna,
me confirieron música
para tu gris tristeza,
convocando la lluvia
para que restañara
tus líquidas heridas.
Si acaso fuera obrero,
albañil, carpintero.
Si fuera campesino,
pescador, artesano
o cuidador de faros,
desde el matiz exacto
de mi oficio hablaría.
Tan sólo soy cantor
rescatando tu historia
a fuerza de poemas.
Por eso vengo aquí,
a sentir en mis ojos
oraciones de tierra.
A detener las alas
del tiempo que erosiona.
A revivir tu fuego
con palomas e ideas,
para que no se apaguen
tus antorchas, tu lumbre,
que muestran desde lejos
la cruz de la justicia.
Hablo con tu palabra…
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