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Bernardo Elenes Habas

Poema de domingo.- Tres tiempos para decir tu nombre.- A ellas, las mujeres de los pueblos originarios. Las mujeres que llegaron de otras latitudes al lado de sus familias. Las que le dieron nombre y dimensión a sus comunidades, las que continúan alumbrando con su luz espiritual. Las que luchan en los tiempos actuales, siendo testigo de la forma en que el mundo se estremece con el fantasma silencioso de una pandemia que extiende su sombra destructiva; pero que perciben, también, el olor a pólvora propiciado por el hombre que siembra por ambición y odio, la muerte. A ellas, las madres de Sonora y del mundo, este puñado de versos surgidos del corazón de un hijo agradecido: 

TRES TIEMPOS PARA DECIR TU NOMBRE

I

Mujer de Cananea y Nacozari. Mujer de Caborca y Tubutama. Soñadora de luz, labrando tu huella en el desierto. Abriendo caminos en Altar, en Sáric, en Cajeme, en Huatabampo.

ocaso3mayo62020

Muchacha del Sonora constelado por espigas de sol y de futuro, deja que desborde mis palabras, mis versos, piedras vivas, lavadas con el agua del Río Yaqui, vibrando con relámpagos de agosto, brotando de tus manos, de tus ojos, de tu oleaje marino en que zozobro y me llena de cantos infinitos, y me bautiza hijo:

Tu hijo de la sierra y de los valles. Tu hijo de las costas y praderas. Tu hijo nacido del silencio, del parto sensitivo de los tiempos…

II

Mujer de Sahuaripa y de Hermosillo, amada de los ojos expresivos, los que alumbran la historia de mi pueblo, los que marcan la ruta del amor en el verano y llueven sobre mí aves silvestres, y me dan su calor en el invierno, cuando el tiempo se pierde en los caminos y se hace viejo, como sahuaros y mezquites, como viento cargando sus guitarras, llorando cuando baja de la sierra, besando las cruces de los muertos…

III

Mujer de Navojoa y Bacabachi, de Álamos, Quiriego y Tesopaco, muchacha de Cócorit y Vícam, de resolanas metidas en la sangre:

atardecer(4)7mayo2020

Tú eres la luz que alumbras extensiones. La que forjó familias. La que llenó de vida los pueblos y ciudades. La que le puso nombre y voluntad al horizonte, motivando la siembra en la parcela; buscando la veta en las entrañas de la tierra; esperando en los muelles el regreso de las barcas; desgranando las cuentas del Rosario para que la lluvia hiciera el milagro en los potreros; cantando arrullos de Dios ante la cuna, pidiendo que el sol le diera a tus poblados, el soplo de la vida cada día…

¿Cómo no despertar cada mañana, mirando las espigas en mis manos; sintiendo que corren por mis venas arroyos de pasión y de esperanza; sabiendo que puedo compartir mis horizontes, que puedo escriturar a los niños del futuro la visión plural que me enseñaste?

¿Cómo no sentir el beso de tu amor por la llanura, por los desiertos, los valles y montañas, sin alambradas, sin cercas, sin fronteras, tan solo como el viento que galopa, que se reparte y se derrama en el alma encendida de tus hijos?

Hoy sólo vengo aquí, con mi canción comprometida, con mi bagaje rural y sensitivo, después de luchar contra vicios y egoísmos, después de mirarme en los ojos limpios de los niños de mi pueblo, a recoger tu voz, tu sentimiento, a desgranar la oración que me enseñaste, el juramento de luz por mis raíces, a recordar Abuela, Madre, Esposa, Hija, la sencillez bendita de tu nombre… ¡la sencillez bendita de tu nombre…!

Le saludo, lector.

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