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En lugar de reorganizarse, de recoger con honor sus banderas rotas, entrega sus armas al enemigo.- La renuncia de José Narro, acto de dignidad.- Sonora será, quizás, el último bastión de la resistencia priísta, aunque está rodeada de traidores

Bernardo Elenes Habas

El Partido Revolucionario Institucional había quedado abatido, luego de la batalla electoral del 1 de julio de 2018. 

Apenas si se escuchaban en este lapso, las voces de sus generales, haciendo recuento de muertos, heridos y traidores. 

Pretendían reorganizarse. Recoger con honor sus banderas rotas. Sus viejos y castrados discursos de igualdad y justicia social. 

Hubo un hombre de buena fe –José Narro Robles-, sustentado en una sólida cultura universal e ideológica y en una trayectoria impecable, quien sí creyó era el momento de buscar poner al frente de esas luchas su prestigio y capacidad intelectual, para reconstruir con transparencia y humildad el tejido dañado de un partido que cayó destrozado no por otro instituto político, como sería lógico pensar en el desarrollo de una contienda electoral, sino por su siembra oprobiosa de corrupción y tráfico de influencias cínicamente explotadas a lo largo de su dictadura perfecta, pero con énfasis en el sexenio de Enrique Peña Nieto; llagas históricas que supo capitalizar como arma letal un hombre, curiosamente forjado desde sus células políticas primigenias en las entrañas priístas: Andrés Manuel López Obrador. 

Y cuando todos creían –priístas y no priístas-, que ese partido sacaría fortaleza de su larga experiencia en el ejercicio del poder, disponiéndose a ejercer la humildad, la inteligencia para renacer a través de su esperma y óvulo desde sus entrañas mismas y convertirse en organismo vivo, renovado en todo y por todo porque así se lo exigían los nuevos tiempos, el PRI, en pleno proceso de renovada gestación, tropieza con la misma piedra, la que hizo sucumbir a su estructura originaria: la corrupción. 

Lo expresado por el doctor Narro Robles en su carta-renuncia a la pretensión de lograr la presidencia nacional del tricolor, pero también a su calidad de militante  por más de 40 años, habla por sí sola. 

En ese texto, fluye la claridad de pensamiento y sentimientos nobles, de un hombre sabio y congruente. 

Destapa, el ex rector de la UNAM, la forma en que Alejandro Moreno y su equipo, utilizaron las vías perversas de la sumisión y de la entrega de sus armas a otro partido –Morena-, y a otro general –AMLO-, como prendas garantes para sumarse como parásitos a la estructura de gobierno vigente, transitando la vía de la simulación para crecer en un nuevo organismo, sin importar futuras glorias, porque lo urgente para Alito Moreno y su grupo, es no morir, aunque sean vistos como dependientes orgánicos de la Cuarta Transformación. 

Claro, que en el ejercicio político (antes como antes y ahora como ahora), AMLO no aceptará que sean verdad los juicios vertidos por Narro Robles en su carta, aunque las premisas históricas, de fondo y forma, asomen el alma de la verdad. 

Finalmente, debo decir que el último bastión libre para el priísmo en el país, después de las elecciones internas del 11 de agosto, podría ser Sonora, donde la gobernadora Claudia Pavlovich, no aceptó la sumisión de sus iguales de otras entidades, quienes dieron la impresión de que su voto a favor de Alito se determinó “a mano alzada”. 

No obstante, esa resistencia se encuentra, desde ahora, acechada por sonorenses integrados a la plataforma del campechano Moreno Cárdenas, incluyendo a otros personajes que son parte del gabinete de AMLO y de su estructura legislativa. 

Le saludo, lector.

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