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David Figueroa

Diálogo

David Figueroa O.

Unidad, la estrategia ciudadana

Hay que marchar más, exigir más, levantar más la voz, ¡unirnos más!

Este fin de semana nos deja un camino claro a quienes queremos hacer algo -lo que sea que esté en nuestras posibilidades-, para sacar a México del estancamiento económico; del torbellino de violencia; del descrédito internacional de nuestras instituciones; de la impunidad y de más gobiernos mutantes que fueron víctimas en campaña y omnipotentes al tomar protesta.

En pocas palabras la estrategia tan añorada, rebuscada, reclamada y esperada de parte del actual gobierno federal tendrá que venir del ciudadano. La madurez que deberemos asumir es un imperativo de este momento histórico para lograr la unidad y frenar la polarización sin límites que ensombrece y amenaza de punta a punta nuestro país.

Dos sucesos confirman que la unidad y la manifestación convencida es el primer paso para encontrar soluciones, es la marca de arranque de un camino largo que apenas comienza:

  1. El respaldo a gritos del personal médico y trabajadores del Hospital Infantil de México ‘Federico Gómez’ a su director general Jaime Nieto Zermeño ante las acusaciones directas del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien lo culpó por el desabasto de medicamentos para niños con cáncer y anunció una investigación en su contra. (Algo ya recurrente en el tema de salud)
  2. La Marcha por la Paz encabezada por el activista Javier Sicilia y la familia Le Barón de Cuernavaca a la Ciudad de México y las agresiones a los integrantes de esta caravana por parte de simpatizantes del gobierno al arribar a la plancha del zócalo.

Ambos sucesos son una reacción de no dejarse –ni siquiera del Presidente- y no callar ante la injusticia.

Y es que pareciera que mal asesorado o de forma espontánea, el mandatario federal tiene una facilidad para agarrar chivos expiatorios, polarizar a la opinión pública y echarlos a la hoguera juzgando con ligereza nombres y apellidos con décadas de trabajo y trayectoria.

Si pensábamos que la corrupción era el peor cáncer en México y el enemigo número uno a vencer pues de ahí emanan los demás problemas de fondo, el tema de la división originada en el país –y que no fue espontánea- ya no se queda atrás.

Cuando el núcleo de dicha polarización radica en la convicción del Presidente Andrés Manuel de que ‘todos están mal menos yo’; convicción plena que lo reviste de una divinidad y la encarnación de la honestidad, los efectos expansivos son precisamente agresores en las calles, intolerancia y una bomba de tiempo.

La reacción ofensiva de los simpatizantes del gobierno de izquierda hacia los participantes de la marcha, cientos de víctimas que han perdido a sus familiares por la ola de violencia en México, expone al mismo gobierno que por muchos años encabezó provocaciones públicas diciéndose oposición, vengan de él o no dichas agresiones.

Llegados a este punto no se puede esperar de su parte (AMLO) o de la parte oficial ninguna estrategia para volver al principio de todo: cuando él mismo acusaba a los gobiernos de estar enfermos de poder y agredir, impedir o bloquear sus movilizaciones, protestas y alteraciones del orden público en un país libre.

Sus causas entonces eran justas, el ciudadano Andrés Manuel López Obrador encabezó la lucha por la democracia y lo hizo sin cansancio. Ahora el Presidente Andrés Manuel López Obrador redefine los conceptos de protestas, justicia, libertad, honestidad. Todas representadas solamente por él. Esta es al menos la percepción.

Ello reafirma pues que la estrategia deberá llegar del ciudadano, ese es el camino que nos muestran estos dos sucesos del fin de semana, es lo positivo dentro de todo lo demás. Otros países como Venezuela no reaccionaron bien ni a tiempo y ¿por qué? Ahí está la clave:

“Porque se pulverizó a la oposición”; es decir, se sembró división, discordia, se negociaron intereses con unos y con otros, se trabajó en un sistema de control de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo: programas populistas, dádivas, concesiones políticas, justicia parcial, etcétera.

Y retomo las palabras de Julián Le Barón en la Marcha por la Paz de este fin de semana, más allá de polémicas, como una víctima más de la violencia en nuestro país:

“Tenemos más de 200 años de fracaso, pero no sólo los gobiernos, también los ciudadanos porque no le hemos exigido resultados al gobierno…tienen monopolizado el tema de justicia y de seguridad y no hay ni justicia ni seguridad para el ciudadano; hemos sido incapaces de llamarlos a cuentas.

En algún momento todos tenemos que asumir la responsabilidad que nos toca por permitir que las cosas llegaran a este punto…Espero que haya suficiente dolor en el país para que todos sin excepción nos decidamos a actuar”

La advertencia eriza la piel: “espero que haya suficiente dolor”. ¿Habrá sido ya suficiente?

¿Cuánto más vamos a esperar, cuánta sangre más queremos ver correr antes de actuar en forma pacífica pero persistente, decidida y sin tregua? ¿Cuánto tiempo más vamos a dedicar a insultarnos y agredirnos entre nosotros como si nuestra condición fuera distinta? Pensar distinto no nos hace diferentes ante la falta de empleos, los altos costos de la canasta básica, el precio de la gasolina, la falta de medicamentos en los hospitales ni el temor ante la violencia e inseguridad.

Y el mismo Julián Le Barón concluyó: “No somos enemigos del presidente, él asumió un cargo y juró cumplirlo y nosotros tenemos que exigirle que lo haga”.

Lo suscribo.

Agradezco sus comentarios y retroalimentación a través del correo electrónico davidfigueroao@me.com; y en redes sociales: Twitter @DavidFigueroaO /Fb David Figueroa O.

Reseña: David Figueroa Ortega es empresario, Ex Cónsul de México en Los Ángeles y San José California; Ex Diputado Federal; Ex Alcalde de Agua Prieta; Ex Dirigente del PAN en Sonora.

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