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Antes de la era moderna de la medicina, la palabra diagnóstico no formaba parte del lenguaje médico, las enfermedades no tenían un nombre, y eran vistas como una forma en la que lo divino (o religioso) regulaba lo humano; un pensamiento mágico que no dejaba lugar a la razón. Se empezó a emplear un término en la medicina china y en la griega, para nombrar una sensación y un cierto modo de padecer, es decir, de enfermar, clasificando un conjunto de síntomas y signos que dieran nombre a una entidad patológica. Fue en ese tiempo cuando Hipócrates, considerado el padre de la medicina, comenzó a enseñar un método de ver, interrogar y examinar al paciente, para determinar la enfermedad que lo afligía, elementos que hasta el momento han persistido como la base del diagnóstico clínico.

A pesar del desconocimiento, numerosas enfermedades que hoy son identificadas, estaban presentes en el mundo mucho antes de que alguien les diera un nombre, y de que alguien integrara con ellas un diagnóstico. Esto se sabe no solo por los diversos estudios que demuestran la existencia de enfermedades en restos humanos, sino porque también se les encuentra en el arte, mediante uno de los pilares básicos del diagnóstico médico: la inspección. Tanto en el arte como en la medicina hay un proceso en común: al observar una pintura, y al atender a un paciente, se crea una primera impresión, lo que genera una emoción con el arte, y algún diagnóstico. En la medicina, el proceso de observar y entender, es parte del método clínico. Muchas son las obras de arte en las que basta una rápida mirada para que salte a la vista un diagnóstico; alguien con un ojo clínico entrenado que solo lo puede dar la experiencia misma previa a la teoría, puede notar con un vistazo los razgos que caracterizan el estilo artístico de Doménikos Theotokópoulos, más conocido como El Greco, uno de los principales representantes del Renacimiento español. En sus cuadros se ven altas figuras con largos y delgados dedos que evocan algunos rasgos típicos del síndrome de Marfan. Este síndrome fue una de las primeras enfermedades en ser clasificadas como un desorden hereditario del tejido conectivo, cuyo diagnóstico se basa principalmente en los hallazgos clínicos. Otra enfermedad recurrente en el arte es la rosácea, una enfermead inflamatoria crónica de la piel que afecta aproximadamente a 2% de la población, predominante en adultos, se caracteriza por un enrojecimiento centrofacial permanente con frecuentes exacerbaciones. En muchos cuadros de diferentes siglos y localizaciones geográficas se aprecian las manifestaciones clásicas de esta enfermedad, algunas representaciones muestran rostros con nariz grande con deformaciones, etapa avanzada de la dermatitis. Un ejemplo es el cuadro de Domenico Ghirlandaio, uno de los representes del Renacimiento italiano del siglo XV, en su cuadro: Anciano con su nieto. Las primeras descripciones con las que se cuentan acerca de tumoraciones en la mama datan de 1600 a. C., en el papiro egipcio de Edwin Smith, no se usó el término cáncer, hasta mucho tiempo después. En el óleo La noche, del artista Michele di Ridolfo del Ghirlandaio, pintado a mediados del siglo XVI en Florencia, Italia, con impresionante técnica y uso de colores, la figura en primer plano presenta probablemente una de las primeras alusiones pictóricas a esta enfermedad, destaca la asimetría de las mamas, y en la izquierda es evidente la retracción del pezón, es discutible si presenta cambios en la piel, y a pesar de que hoy sabemos que las mamas, no son simetricas como tal, muestra razgos de que su modelo probablemente pudo padecer esta enfermedad que ho sabemos son características clínicas de cancer de mama. Otras enfermedades como el trastorno bipolar que nos muestra en su grandiosa técnica del expresionismo abstracto, Jackson Pollock que pintaba, solo en sus episodios de manía, exacerbados probablemente por su alcoholismo. Y no, lector, usted no pintaría de la misma manera en un estado de ebriedad, por  si acaso se lo está preguntando.

La manera tan detallada de representar estas enfermeades en las obras de arte, permite reconocer algunas enfermedades comunes en pintores de quienes se conservan sus autorretratos y/o los retratos de alguien más, dejando evidencia de las enfermedades que aún se padecen en el siglo XXI, y que han afligido a la humanidad por siglos, se constata gracias a uno de los pilares básicos del diagnóstico en medicina, la observación, ejercida y registrada en una de las expresiones más antigua del ser humano, la pintura. 

Dr. César Álvarez Pacheco

cesar_ap@hotmail.com

@cesar_alvarezp

Huatabampo, Sonora.

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