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Antes de entrarle al drama que deriva de la acelerada expansión del Covid-19 en Sonora, queremos informar que de acuerdo a informes de indubitable credibilidad, este jueves se suspendió la construcción del nuevo Hospital de Especialidades en Hermosillo.

Empresas constructoras y de equipamiento que ejecutan esa obra fueron notificados, que por falta de recursos financieros se suspende hasta nuevo aviso lo que venían haciendo, cuando teníamos entendido que al menos en la obra física ya falta muy poco para terminar, luego que desde su arranque se estimó que sería concluida en abril de este año.

Se trata de una inversión de alrededor de mil millones de pesos comprometidos por la administración del presidente Enrique Peña Nieto y ratificada por Andrés Manuel López Obrador, quien dio las garantías que cumpliría con la periodicidad de las ministraciones hasta concluir dicho nosocomio, así como que apoyaría para su equipamiento.

Pues este jueves al menos dos empresas a cargo de la instalación de revestimientos, pisos, herrería y demás, fueron notificadas de la suspensión y así lo hicieron otras que participan en la monumental construcción, quedando pendiente sólo que tal medida se formalice por parte del titular de la SIDUR, Ricardo Martínez Terrazas o por el secretario de salud, Enrique Clausen.

Ricardo Martínez Terrazas

Para nuestros efectos, tal confirmación resulta sobrando dada la calidad de las fuentes que disponemos, lo cual nos hace reflexionar respecto a cómo se las gastan los de la 4T en materia de la distribución de los recursos, que en impuestos aportamos todos los mexicanos.

No puede ser posible que un tren maya, una refinería un aeropuerto sea más prioritario que la construcción de un hospital o que dicha infraestructura hospitalaria sea menos importante que la realización de la cara parafernalia que representan las giras presidenciales que pretende reanudar el idiota inquilino del Palacio Nacional con el fin de satisfacer su insaciable ego.

Y la vamos a dejar de ese tamaño porque nos interesa mucho también hacer eco de unos pocos de testimonios recabados en estos días sobre las víctimas, contagiados o fallecidos por el Covid-19, más allá de los quesitos, barritas, curvas y líneas zigzagueantes tan de moda en estos tiempos.

Es que a excepción de personajes de la vida pública, para los comunes mortales resultar contagiados por el Covid-19 e incluso morir, la invisibilidad, el anonimato y el sigilo es la norma, conformándose con sólo ser un frío número o porcentaje en las estadísticas y numeralia que diario se da a conocer.

Pega Duro el Covid-19 en Sonora

Es como si fuera vergonzante; es como si el haber contraído ese virus fuera un estigma social que obligara al anonimato con el respaldo de leyes que protegen los datos personales, que lleva a que abuelas, abuelos, tías, tíos, madres, padres, hermanos, hijos, amigos y conocidos carezcan de identidad y rostro ante una sociedad que en mayor medida ignora esos dramas y se mantiene en la frívola movilidad, en tanto que ese reducido segmento vive en el azoro, el horror y el dolor por la pérdida de sus seres queridos.

También hay un minoritario sector social que ha tomado conciencia de la necesidad de ser parte del esfuerzo para contener la expansión de la pandemia con simplemente reducir al mínimo la exposición física en espacios públicos y evitar al máximo ser parte de concurrencias y aglomeraciones de personas, esfuerzo que al paso de los días se ha vuelto menos participativo.

Amigo nuestro nos contó el drama de su familia luego de salir positivo a la prueba Covid-19 a finales de marzo, que incluso asintomático, vivieron casi un mes tormentoso, aislados, con seguimiento sanitario y acompañados de la mordacidad y discriminación de los vecinos que afortunadamente no pasó a mayores, pero la marca queda y se vuelve más indeleble cuando el contagio culmina en muerte, como es el caso de los 156 seres humanos que en Sonora han sufrido el extremo de la crueldad de ese virus.

También tenemos el testimonio de un joven que al salir positivo asintomático de la prueba en un hospital del IMSS, le fue negado el comprobante de dicho resultado para justificar su ausencia a su trabajo, lo que lo llevó a asumir por iniciativa propia medidas de protección y la casi segura pérdida de su empleo, que ya verá cómo le hace, pero considera que su vida y la salud de su familia es primero.

Una urna es el fin de la ruta de vida para muchos

Duelen en el alma escuchar a familiares de quienes han fallecido en la más absoluta soledad y en dolorosa agonía, que uno de los pocos recuperados luego de estar en estado muy grave, describe como si durante tres días lo estuvieran ahogando y apaleando en diversas partes del cuerpo.

Pero la soledad y la invisibilidad de la víctima, y la imposibilidad de hacer del duelo un acto de comunión íntima y familiar, resulta muy traumático e imposible no conmoverse al escuchar el sollozo, el gemido de dolor duramente contenido, de quienes pasaron por el proceso de enfermedad y muerte de algún ser querido que perdió la vida por ese virus.

Así las cosas, la sentencia irremediable para las víctimas mortales del coronavirus es la invisibilidad incluso para sus familiares, así como también para los contagiados que no sean integrantes de la alta burocracia o de la clase política, en el marco de un parteaguas en la cultura del luto de los mexicanos, donde el otrora ritual impensable de la urna para guardar las cenizas del ser querido es cada vez más frecuente para suplir el velatorio de cuerpo presente.

Ese contexto, para nada conmueve a un buen sector de la sociedad, cuyos representantes en el sector empresarial y no pocos postulantes en la política electoral, han desplegado feroz campaña para la inmediata reactivación de la economía, eso sí, exigiendo a las instancias de gobierno condiciones seguras para trabajadores, empleados y empleadores, como si no les bastara el saldo mortal que representa para México y otros países privilegiar la economía por encima de la salud y vida de la gente.

El drama de la gravedad de pacientes por el virus

Por supuesto que urge y es muy importante el reinicio de las actividades en el comercio, empresas y demás, pero quien no sea un idiota deberá aceptar que es más importante la salud y la vida de la gente y que mientras no haya condiciones y garantías que eviten riesgos de contagio, las restricciones y la cuarentena debe continuar, tocando en todo caso a las autoridades proveer de los insumos alimentarios a quienes acaten dichas medidas, tarea a la cual deberían sumarse esos que parapetados en su sobrada solvencia financiera, están apurados por reactivar la operación de sus empresas y mandar a sus trabajadores al matadero.

Todos deberíamos tomar conciencia que a partir de cálculos y prospectivas realizadas por especialistas en pandemias, es de esperarse que dentro de un mes la cifra de víctimas mortales por Covid-19 en México supere las ciento treinta mil y Sonora aporte a dicho saldo al menos cinco mil decesos, principalmente en Hermosillo y en Cajeme, toda vez que son donde más ha calado la intensiva campaña empresarial para que se reactive la economía, lo cual se refleja en una movilidad ciudadana casi de tiempos normales.

O sea, han sabido capitalizar la natural impaciencia ciudadana mediante presiones a las autoridades, que por su parte se han tenido que sujetar a directrices de instancias superiores y por supuesto, por la cruda realidad que muestra la acelerada escalada de contagios y de muertos y ser objeto de despiadadas críticas y cuestionamientos de quienes postulan prioridades distintas a la salud y la vida.

Claudia Pavlovich

A eso se enfrenta la gobernadora Claudia Pavlovich, quien de ser reconocida ampliamente por tomar las oportunas medidas de protección que tienen a Sonora en niveles no tan graves que en otros estados del país, ahora debe apechugar histéricas exigencias por quienes aseguran que es un error mantener medidas que aminoren la expansión del virus.

Miren, hasta el miércoles pasado, van 156 víctimas mortales y lo más inquietante es que de los 199 pacientes hospitalizados, son 162 los que se encuentran en estado grave, que de acuerdo a la tendencia, desafortunadamente alrededor de 130 pudieran perder la vida en los próximos días y lo peor del caso es que esos pacientes graves se acumulan día con día y que de acuerdo al Secretario de Salud, Enrique Clausen, ya dos hospitales en Sonora están casi al tope de su capacidad de ocupación.

La amenaza es real, es tangible y está a la vuelta de la esquina, y la encontraremos más rápido de tomar decisiones irresponsables que lleve a un mayor número de personas a la calle, a las tiendas y a sus trabajos, a eventos numerosos y demás, por lo que en todo caso, hay que reconocer los esfuerzos de la mandataria para diseñar una estrategia y protocolos, que si bien no evitarán los contagios, sí los reducirán y lo hace sin tener que confrontarse con la federación ni caer en provocaciones de quienes quieren llevar agua a su molino político, a costa de la incertidumbre de la gente.

Claudia Pavlovich

Así las cosas y a pesar de todo, en una encuesta muy completa encuesta nacional de El Financiero, en 64 por ciento de los entrevistados opinó que las medidas de confinamiento y cuarentena deben mantenerse para evitar la expansión de los contagios, en tanto que el 52 por ciento, muestra que al menos debería llamara a la reflexión, dada la errática información que a diario da a conocer la Secretaría de Salud Federal y su vocero, Hugo López Gatell, quien como la Chimoltrufia, como dice una cosa dice otra. 

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