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Llegan a la mesa después de ser involuntariamente consumidos por la fauna marina.

Los océanos se han convertido en gigantescos vertederos de todo tipo de objetos, sustancias y materiales.

Los océanos se han convertido en gigantescos vertederos de todo tipo de objetos, sustancias y materiales, entre los que sobresalen los plásticos, y desde principios del siglo los microplásticos (MPs), piezas de desecho del rango de 0.3-5 mm considerados contaminantes por derecho propio a partir de este decenio. (Thompson et al., 2004; Frias, 2010; Andrady, 2011).

Estos pequeños fragmentos de plástico, fibras y gránulos proceden tanto de plásticos grandes que por efecto de los rayos ultravioleta, el calor y el oleaje se desintegran en las playas o el mar, como de los que desde su origen son apenas visibles: microesferas de exfoliantes cosméticos, abrasivos de las pastas dentales y de productos de limpieza, fibras de pastos artificiales de futbol y de prendas textiles, partículas que desprenden las llantas al rodar, y muchos más.

Microfibras y microfilms conservan sustancias potencialmente tóxicas para nuestra salud, advierte la reconocida Organización de Consumidores y Usuarios (OCU, España) que, tras analizar 102 alimentos de origen marino, encontró en el 68 por ciento contaminación con microplásticos, provenientes a su vez de materiales plásticos depositados en los océanos.

Isabel Clara Acosta Coley, autora de la tesis Caracterización de Microplásticos Primarios en el Ambiente Marino de una Playa Urbana de Cartagena de Indias, afirma que la contaminación de los océanos por microplásticos puede generar impactos inmediatos y a largo plazo sobre el plancton y la diversidad de especies de la cadena trófica (Moore, 2008).

Por cada baño, cosméticos como las esferas exfoliantes que dejan tersa nuestra piel, colocan 100,000 partículas microplásticas en el desagüe que llegará al mar, donde serán involuntariamente tragadas por peces, moluscos o crustáceos, para volver más tarde a nuestra mesa como ingredientes invisibles de exquisitos platillos.

La OCU halló microfibras en el 71 por ciento de mejillones, almejas y chirlas analizados y, en menor medida, microgránulos y microfilms; además, microplásticos en el 66 por ciento de los crustáceos: langostas, langostinos y gambas.

Además, la OCU rastreó microplásticos en las sales marinas, y los encontró en el 66 por ciento de las muestras, y en la sal gourmet, o flor de sal, halló los niveles más altos.

El agua potable no escapa. Un estudio de la Universidad Estatal de Nueva York y de la Universidad de Minnesota, citado por laBBC, reveló que 83 por ciento de 159 muestras de agua tomadas en distintos países de cinco continentes presenta microfibras de plástico procedentes sin duda de la atmósfera, las cuales se desprenden del uso y lavado de la ropa sintética y de las alfombras.

El índice más elevado, 94 por ciento, lo tuvo Estados Unidos, donde tomaron muestras en el Capitolio y la Torre Trump en Nueva York, así como la sede central de la Agencia de Protección Ambiental, en Washington DC.

La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) considera que la contaminación de los mares amenaza con convertirse en un problema de salud real, especialmente por la presencia de microplásticos y nanoplásticos, que pueden acumular bifenilos policlorados (PCB) e hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP) los cuales se adhieren a los alimentos, por lo cual plantea investigar estos temas que constituyen un riesgo emergente.

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