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Y de pronto aparecieron por allí, en los cruceros de la ciudad; en los baldíos y casas abandonadas, por callejuelas y callejones en los pueblos, con sus cuerpos enjutos, ancianos en su adolescencia, con la mirada perdida en el horizonte negro de la desesperanza; en el pánico a sus propios fantasmas.

Una tétrica mano les puso cerca ese polvo blanco y granulado y les abrió las puertas del infierno. Sus vidas infantiles terminaron; sus sueños adolescentes trocaron en pesadillas. Sus vidas adultas cayeron en una espiral inacabable de paranoias y rencores, desesperación y miedo, ansiedad por continuar cayendo en un pozo oscuro donde ya no existen hijos, esposas, madres, hermanos, amigos, y aparecen las voces que secuestran la conciencia, difuminan la realidad, los obligan a la humillación y las prácticas más aberrantes con tal de conseguir un poco más de esa droga que los lleva como autómatas por la vida, si es que a eso se le puede llamar vida.

Lo peor que pueda ocurrir, es que la sociedad asimile la presencia de estas víctimas de la adicción como parte del paisaje urbano, de la cotidianeidad donde conviven con mendigos, limpavidrios, malabaristas, pepenadores que buscan las horas de la madrugada para buscar en los botes de basura el pretexto para robar lo que sea, que les permita conseguir un poco de dinero para una nueva dosis.

Nadie sabe bien a bien cuándo empezó, ni cómo es que de pronto esa droga conocida como Cristal se volvió tan ‘popular’, si es que cabe el término, aunque uno de los factores es su bajo costo y las facilidades para acceder a ella. El 40 por ciento de las consultas en los servicios de salud de Sonora tienen relación con la adicción a alguna droga. Y de esa cantidad, el 70 por ciento son de hombres y mujeres de todas las edades, adictos al Cristal.

Además de los severos daños físicos y mentales que esta droga causa, los adictos experimentan una sensación de fuerza tremenda, inmunidad al dolor, pérdida del miedo; pueden durar días sin comer, ni beber agua. Todo esto combinado, los lleva a cometer acciones que en condiciones normales no harían. Un alto porcentaje de los robos, asaltos y ataques violentos están relacionados con el uso de esta droga. Muchos asesinatos, incluyendo los perpetrados intrafamiliarmente, también.

El cristal es una de las drogas más peligrosas que se conozca y su bajo costo la hace doblemente peligrosa, porque circula preponderantemente entre las capas más pobres de la población, justo allí donde las expectativas de progreso y mejor calidad de vida aparecen canceladas. Pero ya está haciendo estragos en la clase media y hay casos de adicción en gente de clase alta. Hombres, mujeres, niños, ancianos. No respeta.

Y su nivel de adicción es de los más difíciles de revertir. Difícil, pero no imposible.

Ayer fue presentado el documental “La verdad del cristal”, que contiene dramáticos testimonios de adictos y familiares, narrando sus casos. También de algunos que han logrado superar la adicción.

Presente en el evento que encabezó Claudia Pavlovich, el joven Julio César Ortega narró de viva voz cómo es que logró superar la adicción al cristal después de 11 años de consumirlo; lapso en el que perdió todo, hasta la familia, que poco a poco ha ido recuperando.

Como parte de una campaña de información y prevención, este documental será transmitido en estos días por Telemax y Radio Sonora y busca ser viralizado en redes sociales para llegar a la mayor cantidad de gente posible.

El problema se ha extendido de manera dramática. Ayer platicaba con uno de los encargados de los programas de prevención de la Secretaría de Salud y me decía que urgen programas correctivos, de combate al narcomenudeo, de ataque frontal a los ‘tiraderos’, como se les conoce a esos lugares diseminados por toda la ciudad, donde gracias a la corrupción policiaca, se vende la droga indiscriminadamente.

El problema pues, se vuelve mucho más complejo y urgía dar el primer paso en una campaña integral que considere la participación de todos los niveles de gobierno, de las instituciones de asistencia privada y de la sociedad civil en su conjunto, para atacar este mal desde todos los frentes, ya que en los hechos, las consecuencias nos involucran a todos.

Es de reconocerse que ya se comienza a andar ese camino.

II

Durante este evento, ayer, se presentaron un grupo de mujeres ex empleadas de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, despedidas en 2010 por el entrante presidente Raúl Arturo Ramírez.

Ellas eran secretarias de los visitadores y tenían entre 15 y 19 años de antigüedad. Pero en total suman 40 las personas que fueron despedidas sin la liquidación de ley y con la única intención de abrir espacios laborales para amigas y recomendadas del entonces estrenado Ombudsman.

Varias de ellas presentaron demandas laborales exigiendo la liquidación o la reinstalación, pero como solía pasar en el sexenio padrecista, sus casos fueron olvidados y permanecían entre el polvo de los archivos.

Las ex empleadas han recibido cuatro laudos a favor para su reinstalación, pero el presidente de la Junta Local de Conciliación y arbitraje ha omitido dictar el auto de ejecución, para cumplir con lo que dicta la ley, según exponen en un documento entregado ayer a la gobernadora Claudia Pavlovich.

En diferentes ocasiones han acudido a la sede de la CEDH para exigir ese cumplimiento, pero en todos los casos el presidente, o no se encuentra, o se ha negado a recibirlas argumentando que tiene mucho trabajo.

Que no se encuentre es creíble, considerando que al señor Ramírez Ramírez se le ha hecho vicio despachar en cafés, bares y restaurantes, así como viajar por el mundo y el munderito, con cargo siempre al erario, por supuesto.

Lo de que tiene mucho trabajo es menos creíble, aunque puede serlo si se considera como trabajo el pasársela en una campaña permanente para posicionarse como candidato a lo que sea, apelando al ‘gran apoyo’ que tiene en un Sonora que le aclama de pie y le tira flores a su paso, según se desprende de un post en su muro de Facebook donde se lee:

“No le tengo miedo a nada ni a nadie porque ese valor me la da la gente que confía en mí, las organizaciones de la sociedad civil, la de las comunidades, la de los pueblos de la sierra alta y baja, la gente del sur, del norte, este y oeste de mi Sonora querida, me debo a la gente más necesitada y humilde porque a ellos pertenezco y porque de allí vengo”.

Debe asumirse que esa sociedad civil que lo carga en hombros desde Estación Don a San Luis Río Colorado y de Caborca a Nácori Chico, incluye al grupo de mentirosos y cobardes que a nombre del movimiento No al gasolinazo lo visitaron para presentar una denuncia por amenazas e intimidación, en la que involucran a algunos colegas y a mí, de quien dijo Alfonso Canaan, lo he amenazado de muerte.

Mamadas aparte, con ese señor no he cruzado una palabra en mi vida y lo tengo bloqueado en Twitter y Facebook. Lo que sí tengo son capturas de pantalla donde él sí me ha ofendido y amenazado. Sin embargo la baja estofa de ese tipo, su historial político y judicial, me lleva a no considerarlo un interlocutor válido para ningún asunto.

Lo que me parece es que al menos él y otro de los allí presentes, se están curando en salud, previendo que la autoridad les eche el guante por alguno de los varios asuntos que traen pendientes con la ley.

Pero bueno, Raúl Ramírez apareció en un video rodeado de ellos (con la misma frescura que aparece en cada uno de sus informes abrazado de Marina Arce, lideresa del PAN y cabecilla del grupo de choque usado para agredir a manifestantes contra el COMUN hace tres años).

Si con la misma premura hubiese atendido otros casos, como el de La China, el de Gisela Peraza o el de las víctimas de la compra venta de niños durante el sexenio de Padrés, o el de sus propias empleadas despedidas, otra cosa fuera.

En fin, con estos bueyes hay que arar.

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