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Los alcaldes y alcaldesas de todos los municipios de Sonora se las están viendo negras. No aparece el 2021 como un año en que haya mejorías.

Inexplicablemente, al seno de los partidos políticos se registra desde ya una guerra despiadada para conquistar las candidaturas a las presidencias municipales. 

Una guerra que dejará muertos y heridos (en sentido figurado, hago votos por ello); renuncias, escisiones, desprendimientos y fracturas.

¿Para qué querrían, los aspirantes (entre los que se cuentan no pocos que buscan la reelección) llegar a administrar una crisis de las dimensiones actuales?

La verdad, yo no tengo una respuesta. O sí la tengo, pero me la reservo por temor a coincidir con la que el preelectoral lector, la precandidata lectora tienen, y que se relaciona con esa abnegación, esa vocación de servicio, esa entrega incondicional a las causas de la democracia y la eficiencia en el ejercicio de gobierno que exudan todos y todas las aspirantes.

Porque de eso se trata y es el fin último de la competencia electoral ¿verdad?

II

Ignoro si fue chiste, anécdota o una más de esas ficciones que la pícara popular ha vuelto pequeñas leyendas, pero en Sonora ha pasado de boca en boca una versión que da cuenta del informe de gobierno más corto en la historia de todos los municipios.

Habla del alcalde de un municipio serrano que, llegado el día del protocolo septembrino prepandémico, se plantó a la mitad del foro frente a la pequeña multitud más interesada en el festejo posterior que en el recuento de los logros y los resumió de la siguiente manera: “ciudadanos, sólo puedo decirles que lo que entró, salió”.

Punto y se acabó. Se fueron todos a degustar la vaquita que tuvo a bien ofrendar su vida en forma de barbacoa para cerrar con broche de oro tan institucional evento.

El relato viene a cuento porque esa podría ser la historia de prácticamente todos los municipios del estado, señaladamente de los más pequeños, que son la mayoría, si no fuera porque esta vez la cosa se puso más fea.

Ahogados en deudas, con ingresos propios raquíticos, congelados por la pandemia en pleno verano; muchos de ellos despojados de los recursos del Fondo Minero que en no pocos casos representaban una cantidad superior a la de su presupuesto anual; sin acceso a fondos y bolsas específicas de los gobiernos estatal y federal para proyectos concursados, unos 60 de los 72 municipios sonorenses vieron el 2020 como un año perdido.

En los municipios más grandes la situación no fue distinta. Su principal fuente de ingresos propios que es el cobro de impuesto predial se derrumbó dramáticamente; los organismos de agua potable, que son otra de las fuentes importantes de recursos también sufrieron los efectos de la pandemia y el presupuesto corriente, absorbido en su mayor parte por la nómina y el pago de deudas apenas dio margen para rescatar heroicamente algunos pesos para obras, mantenimiento y servicios públicos.

Fue un año negro para todos y, si por la víspera se saca el día, el 2021 no lo será menos, considerando que de nueva cuenta alcaldes y alcaldesas quedarán a expensas del acendrado centralismo que tiene sus propias prioridades y sus propios criterios para distribuir los recursos.

III

En medio de la crisis destaca el caso de Hermosillo que, le guste o no a sus críticos, la alcaldesa se ha fajado para evitar que la ciudad se vaya al carajo, lo que en las actuales condiciones es una proeza.

Creo que la alcaldesa Célida López es la única que puede presumir una inversión de 303 millones de pesos en pavimentación con concreto hidráulico, recarpeteo y bacheo. Creo también que la infraestructura vial está tan deteriorada que requiere al menos de dos mil millones de pesos para dejarla en buenas condiciones, de acuerdo con un estudio presentado el año pasado.

Destaca también la cancelación del contrato de concesión de alumbrado público que había hipotecado los ingresos municipales por predial y traslado de dominio; que obligaba a pagar una estratosférica cantidad cercana a los cuatro mil millones de pesos, y que con la cancelación se redujo a mil 400 millones. 

Sin duda uno de los proyectos cristalizados más importante es el del centro municipal para el tratamiento de adicciones, que pone la mira en uno de los problemas de salud pública más graves de estos días, porque sus efectos son devastadores en todos los órdenes de la vida cotidiana: familiar, social, académico, productivo.

Por cierto que este tema sirvió para que la alcaldesa lanzara de su no tan ronco pecho una sentencia que incendió las redes: “Los traidores a la patria deberían ser fusilados por envenenar a los niños y jóvenes. A los narcotraficantes se les debe fusilar como sucede en otros países. ¿Vamos a haciéndonos aquellos omisos gobernantes que con temor no son capaces de enfrentar esta situación, o vamos a dar un paso al frente para arriesgarnos a erradicar los que sucede en Hermosillo?, se preguntó.

IV

El segundo municipio más grande del estado, Cajeme también está pasando por problemas añejos que sin duda hicieron crisis con la pandemia.

Allí el alcalde Sergio Pablo Mariscal también le ha batallado no sólo con el deterioro de la infraestructura y un grave problema de seguridad pública, sino con una fuerte presión de los grupos de poder que tradicionalmente se disputaban el ejercicio de gobierno.

En el plano administrativo, el alcalde destacó la reducción del 27% de la deuda heredada y la obtención de ingresos adicionales por 56 millones de pesos.

En medio de la pandemia, se aplicaron 23 mdp en programas de prevención del delito, capacitación y profesionalización de los elementos de seguridad pública.

También hubo una inversión importante en la red de agua potable por 69.5 mdp, y otros nueve millones para el mantenimiento de la red de drenaje pluvial, así como más de 92 mil metros cuadrados de bacheo, el 97 por ciento en la cabecera municipal, y se aplicaron 37 millones de pesos en doce obras viales en Ciudad Obregón y las comisarías de Cócorit y Pueblo Yaqui.

Sin hacer mucho ruido mediático, uno de los alcaldes que está resultando una revelación en la esquina noroeste del estado, es Santos González Yescas. Después de los críticos momentos en que aquel municipio se convirtió en el centro de la pandemia, se pudo remontar la crisis.

El alcalde ha aprovechado muy bien los recursos federales que le corresponden como parte del programa de apoyos a municipios fronterizos y está llevando a feliz término obras importantes en su comunidad.

A fuerza de ser críticos, hay que mencionar que en los municipios señalados quedan muchísimas asignaturas pendientes, sobre todo en materia de seguridad pública y obras de infraestructura. Y eso tiene que ver, básicamente con dos razones: los rezagos ancestrales y la falta de recursos.

Pero si se voltea a ver a municipios como Guaymas, Navojoa, Empalme, Caborca o Nogales donde la situación ni siquiera está cerca de parecerse al ejemplo inicial de aquél alcalde que en tres segundos resumió su informe de gobierno, se sabrá que la situación es más grave de lo que pensamos.

Ya para que Sara Valle incluya en su informe de gobierno haber pintado la mesa y forrado las sillas de la sala de cabildo es que algo muy malo está pasando. Más, si al término del informe, ya por la tarde, el primer cuadro de la ciudad se vuelve a convertir en campo de guerra del crimen organizado.

En fin, ahora que está de moda la vuelta al pasado, ojalá en Sonora se volviera a aquellos bonitos tiempos donde la rendición de cuentas se resumía en una sola frase: “lo que entró salió”. 

Y vámonos todos a la barbacoa.

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